Es inconcebible que en nuestra cultura, todo emprendimiento o toda inauguración deba estar asociada al festejo con el ingrediente del alcohol. Claro que esa manera de celebrar pasa casi desapercibida cuando sus protagonistas son gente de a pie, pues, finalmente, cada uno es dueño de hacer lo que en gana le venga, a pesar que, de todas maneras, existe, en quienes asumen esa conducta, un problema que se debe tratar.
Y no quiero, porque no sería justo, encasillar al indígena en tal comportamiento, como exclusivo suyo, a pesar de los numerosos estudios académicos que sobre el tema existen, así que prefiero circunscribirme al hecho de que cuando ese comportamiento se presenta en altas autoridades de Estado, entonces estamos hablando no únicamente de casos que podrían ser pasados por alto. En nuestra historia, varios primeros mandatarios tuvieron íntima relación con la bebida y el país sufrió sus consecuencias. Cuando su ingesta se produce en el lugar de sus funciones, con personal laboral dependiente de quien incurre en tales hechos, la situación se agrava, por la concurrencia de factores como el uso indebido de bienes del Estado, y faltas morales, como la pésima imagen que proyecta ante la sociedad.
La Gobernación de La Paz, en los últimos años, se ha convertido en el núcleo de los escándalos derivados del consumo de bebidas alcohólicas. Félix Patzi ya nos demostró que, para él, beber en horas de trabajo era parte de su función como primera autoridad del departamento. Viajar al interior de las provincias, hacer una alocución y comprometer alguna obra por miserable que sea, terminaba en sendas borracheras, con personal del propio gobierno departamental y la participación casi obligada de sus anfitriones.
Nada ha cambiado con el actual Gobernador, quien, entre otras cosas, ha llegado a esa posición gracias al fallecimiento de su padre y la decisión unánime de la oposición al gobierno central, de impedir a toda costa que el candidato del MAS gane las elecciones. De manera que por sí mismo, Santos Quispe políticamente nada es; pero sí ha mostrado más bien su verdadera cara, al haber utilizado la sigla que le ha permitido habilitarse para las elecciones, y luego de obtener el triunfo, desentenderse de sus aliados para cooptar cargos, que en nuestro sistema es lo único que les importa a los políticos.
Pero bien, decíamos que nada cambió en la conducta inmoral del actual Gobernador que, en su corta carrera, ha incurrido en más de una vez en escándalos vergonzosos que tienen que ver con el alcohol. Sentí una profunda tristeza al ver imágenes tan expresivas de un despacho tan importante, regado por latas de cerveza; una primera autoridad con una mirada perdida y tratando de minimizar el bochornoso momento. Dicen que, en un ambiente contiguo a su despacho, había encerradas algunas mujeres. Pero eso es parte del anecdotario, porque aun si ellas no hubieran sido parte de la francachela, la vergonzosa escena no admite atenuante alguno, porque, en definitiva, no es la Gobernación de La Paz la que induce al consumo de alcohol, sino quienes de manera coincidente han ocupado en las últimas gestiones ese despacho. Félix Patzi, Santos Quispe o cualquier otra autoridad tienen la libertad de beber y emborracharse, pero no en un lugar público, como son las oficinas estatales, las calles, o incluso los domicilios particulares cuando se está haciendo uso de su investidura o exponiéndose al juicio siempre riguroso de la gente. Es algo que ninguna alta autoridad puede hacer.
Una de las causas de nuestro subdesarrollo es precisamente el consumo excesivo de bebidas alcohólicas porque derivan en feminicidios, incestos, violaciones y todo tipo de actos de impudor. Existen leyes relativas a la prohibición del consumo de alcohol en ciertos lugares, pero esto no se resuelve con la aplicación de normas punitivas. Es cuestión de educación, de hábitos de moderación, de conciencia ciudadana. De vergüenza y respeto por sí mismo.
Augusto Vera Riveros, es jurista y escritor.