Existe una correlación entre el enfrentamiento del covid-19 y el de desastres ambientales, y esto no es bueno. Un estudio a cargo de la investigadora del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales (CEMADEN) de Brasil mostró que aparte del problema de la discontinuidad de recursos, existe también un problema de base, referente a la carencia de políticas con la mira puesta en el desarrollo urbano, que aminoren la distribución espacial de la vulnerabilidad.
El referido estudio, publicado en la revista Sustainable Cities and Society, comparó primeramente los municipios brasileños más afectados por desastres naturales –tales como sequías, inundaciones y problemas de abastecimiento– y los que padecieron mayores impactos ocasionados por el covid-19.
“Los 45 municipios más afectados por desastres naturales durante los últimos 10 años son los mismos que más sufrieron con cantidades de casos y de muertes por la pandemia. Como los lugares más afectados por desastres ambientales y por covid-19 coinciden, y son áreas más vulnerables en relación con la estructura verde, el acceso a la salud y el saneamiento, sería interesante atacar los problemas de infraestructura en esas mismas zonas”, explica Andrea Young, autora del estudio e investigadora del CEMADEN. Este trabajo contó con el apoyo de la FAPESP.
Entre los municipios que se ubican en la cima del ranking, tanto de desastres naturales como de impacto de la pandemia, se encuentran los siguientes: Sao Paulo –con 38.770 muertes por covid-19 en 2020– y Río de Janeiro (34.102), seguidos por Belo Horizonte (6.636). Young reconoció que las inversiones en defensa civil generaron una disminución de las cifras de desastres en algunos municipios en comparación con los años anteriores. Así y todo, la investigadora llamó la atención al respecto de los registros de muertes por covid-19 en ciudades tales como Campinas, el mayor centro urbano del interior del estado de Sao Paulo, con más de 4.000 defunciones, municipios de áreas metropolitanas tales como Santo André y Sao Bernardo (en el Gran Sao Paulo) y Sao Gonçalo (en el Gran Río de Janeiro), con más de 3.000 cada uno, e importantes ciudades portuarias, tales como Santos y Joinville, con 2.000 muertes cada una.
LA DISCONTINUIDAD DE RECURSOS Y PROGRAMAS
En el estudio se detectó a su vez la existencia de una correlación entre el giro de fondos para desastres y para la pandemia. En ese caso, como no existían datos históricos suficientes en los 45 municipios, la investigadora concentró su análisis en la ciudad de Sao Paulo. El estudio de casos en la mayor ciudad brasileña también mostró una convergencia entre los barrios más afectados por la pandemia y de mayor riesgo de desastres.
“En un primer momento de la pandemia, el gobierno federal de Brasil ofreció fondos para ayudar a las familias y, en menor medida, a quienes poseen negocios. Esto fue antes de todo el embrollo de la compra de las vacunas en 2020. Pero una vez llegado el nuevo año, 2021, el presupuesto destinado a la salud cayó abruptamente”, afirma Young.
De acuerdo con datos del Tesoro Nacional, el presupuesto federal para gastos de emergencia con covid-19 fue de 115 mil millones de dólares en 2020. En tanto, en 2021, el mismo se redujo a 26 mil millones de dólares.
La investigadora hace hincapié en que la discontinuidad de recursos que se observó durante la pandemia también ha sido el patrón en el enfrentamiento de los cambios climáticos en el transcurso de los últimos diez años. “Cuando sucede un desastre ambiental, invariablemente y de forma rápida se concreta la transferencia de recursos de emergencia. Pero pasado un tiempo y dejado atrás el problema inmediato, esos recursos dejan de llegar y el plan de acción no sigue adelante. Pero sucede que esos son problemas estructurales que sí seguirán existiendo cuando llegue la próxima lluvia, la próxima sequía o, en el caso del covid-19, la próxima ola o la próxima epidemia”, dice.
Por parte del municipio, la investigadora observa que para el tema ambiental existe una mayor preocupación en reconstruir áreas afectadas que en aumentar su resiliencia a los desastres. “La mayoría de los municipios invierte en hormigón, siguiendo la lógica de más asfalto, más diques y más represas, y no en replantación y saneamiento, por ejemplo. De este modo, la reconstrucción de esas áreas termina siendo con estructuras grises y no con estructuras orientadas hacia la cuestión ecológica. Entonces queda claro que esas áreas se verán afectadas nuevamente”, dice.
Para la investigadora, por consiguiente, la situación revela que el dinero destinado a estas acciones está siendo mal empleado. “Es dinero malgastado, pues son obras de infraestructura gris, que son más caras que una obra que apunte a restaurar un bosque o a restaurar un manglar”, añade.
Y lo propio sucedió durante la pandemia. “En el caso del covid-19, en 2020, el dinero destinado a la compra de las vacunas fue el menor recurso empleado, lo que muestra una falta de prisa o de interés en vacunar cuanto antes a la población. Hasta agosto de 2021, se había destinado 10 mil millones de dólares a las vacunas y se había pagado tan solo 2.500 millones de dólares del presupuesto total, mientras que el presupuesto de emergencia total para las municipalidades fue de aproximadamente 112.500 millones de dólares. Así es posible notar que la actuación del gobierno es siempre muy parecida, no importa el tipo de emergencia”, explica.
LAS MISMAS DEBILIDADES Y LAS MISMAS OPORTUNIDADES
Al comparar el enfrentamiento del covid-19 y el de los desastres ambientales, el estudio detectó las mismas debilidades y potencialidades. “En la ciudad de Sao Paulo, cada barrio reaccionó de manera diferente al covid-19. Algunos barrios de la periferia dieron respuestas rápidas, pues se habían formado redes de conexión que se autoayudaban, tal como fue el caso observado en Paraisópolis. Otros barrios, que están aislados en el sur del municipio [el área con la menor densidad demográfica], se vieron muy perjudicados por la cuestión del escaso acceso al transporte y también porque la red de conexión entre los habitantes era sumamente precaria”, afirma la investigadora.
Young remarca que la resiliencia no es solamente infraestructural, sino que constituye también una forma en que los barrios establecen las redes de conexión y se comunican. Para ella, el análisis vuelve evidente que las respuestas del gobierno tanto a la pandemia como a los cambios climáticos deben estar vinculadas a la tecnología, a la inteligencia urbana y a soluciones basadas en la naturaleza.
“No es que se gasta poco. Muchas veces lo que sucede es que no se gasta en el lugar que más lo necesita. Se observa que en algunos barrios hubo más casos de covid-19, pues el saneamiento era malo. Esto también vale para los desastres naturales. ¿No sería mejor enfocarse en ese problema de ahora en adelante, ejecutando las medidas adecuadas y, por eso mismo, economizando recursos? Al fin y al cabo, el hecho de saber dónde está el problema y priorizarlo constituye una forma de ahorrar”, dice.
Young cree que falta monitoreo referente a las acciones que volvieron a los barrios más resilientes y también sobre la continuidad de la destinación de recursos. “En este momento, debemos permanecer muy atentos al SUS [las siglas por las cuales se la conoce a la red pública de salud de Brasil], pues si el gobierno federal empieza efectivamente a recortar recursos de esos presupuestos –que no debería tocárselos, pues son obligatorios– otra vez habrá discontinuidad de recursos y planes. Y habrá déficit”, afirma…
Agencia FAPESP