viernes, diciembre 27, 2024
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El dilema creciente del gobierno cleptócrata del MAS

Todo gobierno y toda economía que actúa en una economía del dinero y de mercado tiene reservas limitadas tanto de credibilidad como de recursos. Al gobierno de Bolivia se le agotan ambos con rapidez. Existen varios factores que pueden echar por tierra a ambos y afectar tanto la estabilidad macroeconómica, la que descubriría la ilusión del blindaje, como a los esfuerzos mediocres de reactivación.

Uno de estos factores es el cambio de la política de tasas de interés del Banco Central de los EEUU, la Fed y sus posibles efectos negativos sobre Bolivia y la región latinoamericana. La Fed señaló a fines de enero que incrementarán las tasas de interés en marzo de este año, debido que la inflación está por encima del objetivo fijado. El Banco Central de Inglaterra ya lo hizo. El Banco Central Europeo está bajo presión de hacerlo. Si bien la Fed no indicó el monto de incremento de la tasa de interés, los inversores proyectan que incrementaría cinco veces este año, según los precios del mercado. La tasa de interés podría llegar a fines de este año, entre 1.25 y 1.5 %.

¿Cómo afectaría ese cambio de política monetaria a Bolivia y a la región latinoamericana? Lecciones del pasado en los países emergentes muestran que el aumento de las tasas de interés en los EEUU causa un contagio y desencadena fugas y salidas de capital y causan un endurecimiento de las condiciones financieras que condujeron a crisis financieras. La política antiinflacionaria de Volcker, expresidente de la Fed, a principios de la década de 1980 causó fuertes desequilibrios en los países en desarrollo. En la década del 2000 el efecto no fue tan drástico como en los 1980.

Dos factores son determinantes para el efecto de contagio sobre los países emergentes y en desarrollo, según un estudio de junio del 2021 de la Fed. El primero es el motivo mismo del aumento de las tasas de interés de los EE.UU. Puede ser impulsado por perspectivas de crecimiento favorables, transmitidos por una mayor demanda de productos de los países en desarrollo. Los efectos serían más benignos en los mercados financieros de países emergentes que los causados por un incremento debido a preocupaciones inflacionarias por un sobrecalentamiento de la economía. Esta última tendría efectos más nocivos para los países en desarrollo.

El segundo factor clave sobre los efectos de contagio de la política monetaria de los EEUU son las condiciones de equilibrio interno en los propios países en desarrollo.

Economías más vulnerables y débiles, mayores los efectos negativos en los mercados financieros, causando mayores desequilibrios. Un incremento en las tasas de interés en los EEUU hace al dólar más fuerte y lo hace más caro para los países de mercados emergentes endeudados fuertemente en dólares. El dólar fuerte tiende a deprimir el valor de las monedas de los países en desarrollo, más aún en un momento de debilidad de estas economías cuyas monedas ya se devaluaron frente al dólar.

Este contexto monetario y sus efectos es la madre del cordero para enfocar el caso de Bolivia. Con un sistema de cambios fijo, como en Bolivia, la política monetaria por lo general pierde su eficacia. La transmisión de la política monetaria hacia los mercados depende esencialmente de la apertura de la cuenta de capital y del régimen cambiario. En cambio, con tasa de cambio fijo, la política fiscal adquiere un peso de supremacía. Considerando ahora que el trilema imposible del modelo de Mundell Fleming establece que países con sistemas cambiarios fijos no pueden fijar simultáneamente su tipo de cambio, tener una cuenta de capital abierta y seguir una política monetaria autónoma, se puede ver mejor el dilema creciente de la política económica del gobierno de la cleptocracia del MAS para mantener el equilibrio macroeconómico. Sólo dos de estos tres objetivos son mutuamente consistentes.

Como ejemplo aquí discutimos a dos de ellos.

Con un tipo de cambio fijo junto a una libre circulación de capitales, la tasa de interés tiene que ser cambiada acorde a las presiones externas. Por ejemplo, si el gobierno de Bolivia quisiera mantener al Boliviano (Bs) fijo frente al dólar, entonces este tendría que cambiar la tasa de interés similar a las de la Fed. Si el mercado financiero sabe o piensa que el Bs. está sobrevalorado, el capital fluiría de Bolivia hacia el espacio monetario del dólar, ejerciendo una presión sobre el Bs. a la baja. En consecuencia, el gobierno del MAS necesitaría aumentar la tasa de interés y con ella atraer flujos de dinero (especulativo) para mantener el valor del Bs. a la paridad del tipo de cambio fijo. En una recesión, este movimiento significa que Bolivia no podría reducir las tasas de interés porque si lo hiciera, el Bs. caería o perdería valor.

Del trilema imposible que en realidad es más un dilema entre la movilidad del capital y la política monetaria autónoma, tampoco se escapa la gestión del gobierno del MAS. Si este gobierno quisiera lograr la autonomía monetaria permitiendo la libre movilidad del capital, tendría que permitir un tipo de cambio flotante. Entonces, por ejemplo, si el gobierno estuviera enfocado en reducir la inflación, tendría que aumentar las tasas de interés. Este incremento de la tasa de interés causaría una apreciación del Bs. Si el gobierno quiere promover el crecimiento, tendría que reducir las tasas de interés. Las tasas de interés más bajas causarían flujos de dinero especulativo fuera de la economía y llevarían a una caída en el tipo de cambio.

En este contexto monetario, es preocupante que el gobierno del MAS no reduce consecuentemente el gasto fiscal que no sea inversión. Un maquillaje fiscal no sustituye una política prioritaria respecto del único instrumento de estabilidad en un sistema cambiario fijo, la política fiscal, que el gobierno del MAS tiene en la mano, si no quiere utilizar el mazo de una devaluación de la moneda. Esto no se daría mañana, pero el estado de la economía actual y la sobrevaloración del Bs. ocasionarían un ajuste cambiario.

Esto se debe a que su modelo endógeno, de sustitución de importaciones y extractivista, no genera el oxígeno que necesita un país en profunda crisis con un sistema de tasas de cambio fijo. Debido a que sus ingresos están basados en productos del eterno extractivismo, la estabilidad de la economía está parada sobre pilares de barro, dado además que las cuentas fiscales tienen que financiar la vorágine de la cleptocracia populista y clientelista masista. Esta demuestra tener una productividad cero, pero una innovación para el malgasto y la corrupción muy elevada. Perdidos en su laberinto, de mentiras y de fraseologías ideológicas, la economía no tiene rumbo.

El gobierno de Bolivia no logra aún una reactivación económica con una perspectiva real de desarrollo integral y sostenible basada en una diversificación del sector exportador productivo. Por lo tanto, no genera los ingresos de reservas internacionales suficientes para sobrevivir crisis económicas-cambiarias y sociales que se avecinan en el corto y mediano plazo. Las reservas internacionales a fines de enero del 2022, son 1.441 millones de USD en divisas y 2.479 millones en oro. Este alarmante y débil nivel de reservas indica que el Banco Central no tendría la capacidad de mantener la tasa de cambio ni siquiera por dos semanas, el momento en que el mercado financiero se estrelle contra él y la dolarización comience a dispararse. Lo que comenzó como un cambio terminará siendo cambiado por los fuertes conflictos económicos y sociales y magnificados por las crecientes contradicciones políticas que dividen y erosionan cada vez más a la sociedad. En un contexto de desequilibrio macroeconómico creciente y devaluación, la única constante de la cleptocracia masista respecto de actividad económica ilícita junto a sus ingresos, es la mafiosa correspondencia e interdependencia con el narcotráfico, que convirtió a Bolivia en su sociedad anónima corporativa.

Un incremento sucesivo de las tasas de interés en los EEUU junto con la manifiesta incapacidad de equilibrar las cuentas fiscales ejercería aun mayor presión sobre el desequilibrio macroeconómico y el Bs. si en la región latinoamericana, especialmente en los países más importantes para el comercio de Bolivia, se reaccionaría con una ronda de devaluaciones sucesivas. Se darían para absorber los efectos negativos del cambio de la política monetaria norteamericana y a raíz de la preocupación que una devaluación de sus países vecinos podría afectar negativamente a sus propias industrias de exportación. Las políticas de “beggar my neighbor” es decir «empobrecer a tu vecino» estarían empujadas por una competencia de devaluaciones que tenderían a exacerbar las dificultades económicas, creando inestabilidad en los mercados financieros más importantes. Para mantener un tipo de cambio fijo en este contexto, Bolivia debe tener suficientes reservas de divisas y estar dispuesto a gastarlas, para comprar todas las ofertas del Bs. al tipo de cambio establecido. En caso de dudas, un buen referente es el caso por ejemplo de Vietnam y China.

De no ser así, el resultado podría ser que las presiones crecientes del mercado interno sumado a las depreciaciones de las monedas de países de importancia comercial, obligarían más temprano que tarde a una devaluación. Es probable que la economía de Bolivia podría mantener su estabilidad en el mediano plazo con reservas internacionales que no estén por debajo de los 7 mil millones de US dólares, mientras más mejor. Eso no es conspiración imperialista, eso es la dura realidad de una economía del dinero insertada en el mercado mundial. Pero con su estrategia mezquina orientada al ombligo masista que rechaza una política exportadora con productos competitivos y diversificados, ¿de dónde quiere sacar mayores reservas internacionales?, ¿del narcotráfico?

 

Carlos Jahnsen Gutiérrez, PhD en economía.

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