“Todos los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo, tienen el derecho a procurarse su bienestar material y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica, y en igualdad de oportunidades”, reiteró la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en una Declaración emitida en Filadelfia, en el año 1944.
De ello han transcurrido 78 años. Hoy los enunciados son los mismos de entonces. Porque las condiciones sociales se mantuvieron estacionarias. No obstante que, en los años 50 del siglo pasado, fueron asumidas en Bolivia, en particular, profundas transformaciones socio-económicas y político-culturales. Las medidas adoptadas, en medio de la euforia popular, fueron calificadas de “revolucionarias e irreversibles”.
No obstante que hubo una bonanza económica jamás vista en la historia Patria, como resultado del boom gasífero que se presentó entre los años 2003 y 2014. En ese tiempo se hablaba, inclusive, del “milagro boliviano”. Sin embargo, los recursos económicos fueron despilfarrados de una manera alegre e irresponsable. Y la pandemia empeoró la difícil situación social.
Y debido a que ciertos gobernantes dieron prioridad, ignorando la realidad, a sus intereses particulares, seguimos en la situación de siempre. Seguimos hablando de pobreza, de extrema pobreza, de desigualdad social, de niños desnutridos, de niños de la calle y de la falta de empleo. Es un panorama social desolador, que exaspera los ánimos.
Es inconcebible que, luego de las conquistas de 1952 y del auge económico de principios del presente siglo, 3.000 comunidades del área rural estén inmersas en la extrema pobreza. Es una población que genera ingresos per cápita de hasta 3.080 bolivianos al año, es decir subsiste con menos de ocho bolivianos por día. Este dato fue proporcionado por el investigador y docente de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Lucio Tito (EL DIARIO, 16-1-2022).
“Las 3.000 comunidades en su totalidad pertenecen a la Agricultura Familiar, que solo generan alimentos de autoconsumo y se encuentran en zonas muy alejadas, casi sin acceso a tecnología y servicios básicos”, apuntó.
De veras que los problemas sociales siempre estuvieron en la agenda nacional. Son conflictos que surgieron, en todos los tiempos y gobiernos, con mayor o menor incidencia, en los destinos del país, y que, al parecer, no tienen solución mediata ni inmediata. Ni “enviados” ni “iluminados” ni “salvadores”, que manejaron discursos a favor de los pobres, podrán acabar con esos problemas endémicos, que angustian a la mayoría ciudadana. Es que hace falta la voluntad política. Ellos dieron prioridad a llenar sus bolsillos, al bienestar de sus familiares y acólitos, recurriendo a palabras y actitudes demagógicas, falaces y distraccionistas.
Unos pocos, entre ellos algunos políticos vividores, que amasaron fortuna con recursos públicos, parece que tuvieran derecho a la cultura de la vida. Los demás, constituidos obviamente por personas necesitadas, estarían condenadas a perecer, en el oscuro mundo de la cultura de la muerte. Condenadas a subsistir con austeridad y sobrellevar numerosos problemas. Los hijos de éstos, recordemos, no disponían de instrumentos tecnológicos para las clases virtuales. No tenían acceso a internet, por su elevado costo.
En suma: es urgente reducir las desigualdades sociales, pero con unidad nacional.
Todos tienen ese derecho
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