sábado, diciembre 28, 2024
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Reconciliarnos es primordial

El quehacer político es un tema recurrente, que corre de boca en boca, con verdades y medias verdades, con calumnias y mentiras. Con actitudes de amedrentamiento, persecución y encarcelamiento. Hechos que deterioran la praxis y los principios democráticos, recuperados en duras jornadas de resistencia a la dictadura, hace más o menos 40 años. Los principales protagonistas que hicieron posible el retorno de dicho sistema actuaron poniendo en riesgo inclusive la seguridad de sus familias, pensando en construir una convivencia civilizada. Y muchos de ellos, ante las señales regresivas de hoy, se deben estar revolcando en sus tumbas.
Por consiguiente, el “enguerrillamiento” político de los últimos tiempos acabará abrumando a la ciudadanía ávida de mejores días. Es que ha generado el desencuentro, ha dividido a los bolivianos. Y no tiende a cambiar, desgraciadamente, cambio que quisieran quienes están al servicio incondicional de la Patria. Nos referimos a los trabajadores que reactivan la economía nacional, ajustándose el cinturón. Y no están exentos de esta realidad quienes viven en la pobreza y extrema pobreza.
El “enguerrillamiento” solo ahonda las diferencias, exacerba los ánimos y aleja toda inquietud de entendimiento por el bien común. No secunda a la gobernabilidad, a la estabilidad política ni a los supremos objetivos de desarrollo con bienestar social. Se debería priorizar, en este contexto, la tendencia a curar heridas, pensando, prioritariamente, en función de las urgencias nacionales. En torno a esta inquietud deberían reflexionar y asumir decisiones tanto oficialistas como opositores. Y no perder el tiempo en asuntos intrascendentes. La Patria está sobre todas las cosas y no los intereses creados.
Fenómeno que ha profundizado las divergencias entre “supuestos golpistas” y “supuestos golpeados”. Ha promovido el odio malsano entre los actores políticos, con representación parlamentaria, de la corriente derechista e izquierdista. Odio que ha cobrado revancha, para fines mezquinos. Que ha ratificado la pérdida de credibilidad de quienes practican política a tiempo completo.
El país anduvo, en los últimos tiempos, apremiado por problemas domésticos, actitudes revanchistas y posponiendo los requerimientos de gente necesitada. No tuvo la ocasión para diseñar proyectos que le permitan acariciar un mundo mejor.
En este contexto, el país anhela paz social, sinónimo de productividad. Convivencia pacífica, alejada de toda manifestación violenta. Entendimiento, signo de unidad. Reconciliación, que propicie tolerancia, que tanto se requiere en la actualidad.
La reconciliación, en particular, debería jugar un papel preponderante para encauzar la productividad, con tranquilidad ciudadana. Debemos deponer, con ese propósito, actitudes personales y sectarias, de inútil confrontación. Despojarse de intereses creados. No es conveniente convivir ni alentar el “enguerrillamiento” que solo resta. Bolivia exige en estos momentos cruciales unidad nacional, para alcanzar las metas de desarrollo y ofrecer educción y salud de calidad a su población. Para crear nuevos empleos, a fin de reducir el desempleo y el comercio informal.
He ahí nuestra realidad de cara al Siglo XXI.

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