domingo, noviembre 24, 2024
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Las exportaciones no solo son números

¿Qué hubiera pasado en Bolivia, si el año 2021 no hubieran llegado casi 11.000 millones de dólares por exportación? ¿Con qué hubiéramos pagado los más de 9.500 millones de dólares gastados en importar productos extranjeros? ¿Cómo hubieran quedado las Reservas Internacionales Netas (RIN) del Banco Central de Bolivia, de haber sumado un nuevo déficit a los seis consecutivos desde el 2015?

Parecería que este tipo de preguntas serían de incumbencia solo para los entendidos y no para el ciudadano de a pie; sin embargo, producir por encima de nuestras necesidades para exportar lo que el mercado interno no puede absorber, es algo que lo puede afectar más de lo que se imagina. ¿Quiere comprobarlo? Responda: ¿Sabía Ud. que la estabilidad del dólar depende principalmente de las exportaciones que hace el país? Si el dólar sube, todo sube ¿verdad? ¿Entiende ahora la importancia que debería tener para Ud., que Bolivia exporte cada vez más?

Gracias a las exportaciones, cada año podemos comprar desde el exterior cerca de 6.000 productos de los más variados, desde medicinas para uso humano hasta comida para perros y gatos; combustibles y extinguidores; productos “orgánicos” y chicles “transgénicos”; fertilizantes e inhibidores de germinación; medicamentos veterinarios y plaguicidas; motocicletas y sillas de ruedas; pañales para bebé y “nocturnas” para viejitos; cigarrillos y respiradores; leche y cerveza; somníferos y energizantes; bebidas alcohólicas y agua; preservativos y alfileres; motores y cables; desde un auto hasta un tornillo…

La lista es interminable, pero lo que quisiera dejar bien en claro es que, en cosas como esas gastamos cada año miles de millones de dólares, ya sea para consumir o usar directamente tales mercancías, así como otras también, para ser utilizadas en la producción de bienes y servicios, principalmente para el mercado interno.

Ahora le pregunto… ¿qué pasaría si no tuviéramos suficientes dólares para importar todo aquello y más? Naturalmente, su oferta en el país bajaría y habría una subida de precios… ¿le gustaría eso? Claramente que no ¿verdad? Para que eso no pase, debe haber entonces suficientes divisas a fin de solventar su pago, lo cual se suele dar principalmente con las divisas que resultan de las exportaciones y, en el caso de los países que no lo hacen, endeudándose en dólares para poder encarar la importación de lo más urgente (v.gr.: alimentos, medicamentos, combustibles, entre otros).

La importancia del comercio exterior ha sido soslayada durante mucho tiempo en el país, no solo en su vertiente exportadora –que por lo antedicho adquiere una importancia máxima– sino también, en lo que hace a la importación –siendo que Bolivia es altamente dependiente del abastecimiento externo– aclarando que entre ambos no hay aquello de “el huevo o la gallina”, siendo que el exportador no solo genera las divisas para financiar lo que compramos de afuera, sino que es quien da lugar al excedente para fortalecer las RIN y, con ello, permitirnos el lujo de tener un tipo de cambio fijo desde 2011, utilizándolo como un instrumento anti inflacionario.

La pregunta del millón: ¿Se hubiera podido mantener fijo el dólar por tanto tiempo, sin acumular 16.636 millones de dólares gracias a los sucesivos superávits generados por las exportaciones entre 2006 y 2014, apuntaladas por los altos precios de la bonanza mundial de ese tiempo? ¿Se hubiera mantenido inalterado el tipo de cambio hoy, de no mediar el superávit de casi 1.500 millones de dólares logrado en 2021? Pero, hay algo más…

Las exportaciones no solo son números, el rostro social de las mismas son los empleos dignos que generan, especialmente en sectores de producción y transformación con carácter renovable, como el agropecuario, forestal, maderero e industrial. Siendo esto así ¿por qué no dar a este tipo de exportaciones el justo lugar que les corresponde? No se trata de una “economía de rebalse” –al contrario– es un sector que, en poco tiempo, podría cambiar para bien a este país…

 

El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.

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