miércoles, febrero 5, 2025
InicioSeccionesOpiniónLa idea de la vida humana

La idea de la vida humana

Si le preguntamos al lector: ¿qué es su vida?, pese a que cree tener la respuesta, estemos seguros que comenzará a buscarla en su mente para finalmente decirse: ¡ah!, ¿la vida humana?, ¿mi vida?, cómo no voy a saber qué es mi vida, si soy yo el que la vivo; la tengo aquí, en la punta de mi lengua, que es como tenemos todos los tópico o lugares comunes en los que consisten los “conocimientos” de nuestra cultura. La vida humana, nuestra vida; la de cada cual, es lo más transparente para el que la vive, que es precisamente la razón por la que no la vemos, y es de hacer notar que no hablamos del precipitado de experiencias que vamos acumulando por el solo hecho de vivir, que se conoce con el nombre de experiencia de vida, sino de la vida humana, de la vida de cada día.
Si nos pusiéramos a pensar en este tema de tan mansa apariencia, en lugar de repetir lo que dice la gente sobre ella, caeríamos en cuenta que si bien desde nuestra vida observamos la realidad que es el mundo y la gente, no podemos observarnos a nosotros mismos, y aunque no lo parezca, nuestra vida, nuestra intimidad, nos es tan desconocida como son para nosotros los otros humanos, al extremo de que los europeos de la ciencia, de la modernidad, pese a sus grandes logros, la pasaron por alto. De ahí la importancia del descubrimiento de la Idea de la Vida Humana, a la que solo se puede llegar a una determinada altura del destino humano, que no es otra que cuando se ha dominado el conocimiento del mundo físico natural.
El humano, a diferencia de todas las otras formas de vida que existen en el mundo, tiene una naturaleza fronteriza, es decir, comparte con su cuerpo el mundo físico natural –lo que quiere decir que está sujeto al repertorio de acciones, siempre el mismo, en el que consisten todas las cosas de la naturaleza–, pero se diferencia de los otros animales por dos cosas básicas: su larga memoria, y su capacidad de ensimismamiento, lo que lo convierte en único heredero del reino animal. A diferencia del tigre o el oso, que son siempre los primeros de su especie; su larga memoria hace que el humano esté hecho de historia; que cargue sobre sus espaldas toda su historia, como si fuera el tesoro de los repetidos errores, que finalmente le permite evitarlos. El humano es el animal fantástico, un centauro ontológico que nace sin ser; su vida es precisamente para fabricarlo. Y es que, en efecto, la vida que nos es dada, no nos es dada hecha, sino que nos es como un quehacer, una tarea, un drama que tiene siempre un argumento, que es el que puede permitirnos ser economistas, sociólogos o médicos.
En la dimensión primaria nos descubre José Ortega y Gasset, es estar yo, es decir, el yo de cada cual; el yo que cada uno es; en una determinada circunstancia y no tener más remedio que enfrentarse a ella para poder vivir, lo que nos impone la tarea constitutiva de nuestra vida, que es la de tratar de averiguar qué es esa circunstancia en la que hemos aparecido. Averiguación en la que muchos de nosotros ni siquiera hemos pensado conscientemente, pero tenemos que saber que por el solo hecho de encontrarnos viviendo, nos encontramos con las cosas del mundo, con plantas, animales, minerales y con los otros humanos, los que ya tienen esa interpretación en su cultura, la que pasa a formar parte de nuestra circunstancia, constituyéndose de ese modo en uno de los factores de nuestra fatalidad. (Continuará).

ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -

MÁS POPULARES