miércoles, marzo 12, 2025
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Las ideologías de la integración y desintegración

Parte II

 

La certeza de que hoy tenemos de la fragilidad de nuestro planeta y sus ecosistemas, de los ingentes recursos que se pierde en estos conflictos, cuando la tozudez de algunos países renuentes a aceptar como vecinos a árabes e israelíes parecen recomendar urgentemente los valores del diálogo y la tolerancia para la búsqueda del propósito más encomiable: la paz.

Resulta evidente que la emancipación africana y asiática que derivara en tanta dispersión de estados fue del todo razonable. Pero de lo que se trataba, sobre todo, era de expulsar de tales continentes a las potencias colonialistas, erradicar la explotación de mano de obra, como la abusiva expoliación de los recursos naturales de estos territorios. Creemos que no parece propicio valorar como positivo el surgimiento de tantas naciones que finalmente no han sido capaces de integrarse ni alcanzar satisfactorios logros en pos de su desarrollo. Así como tampoco existe hoy la convicción de que las potencias colonialistas se hayan ido realmente y no estén ejerciendo ahora su hegemonía bajo los nombres de las empresas transnacionales e incursiones militares que, cuando se lo proponen, irrumpen en estas vastas extensiones.

Asimismo, tenemos resultados muy disímiles en la larga y justa lucha de los pueblos aborígenes de América. Hay países como Canadá, parcialmente México y otros que han resuelto bien y oportunamente las demandas indígenas, haciendo esfuerzos considerables por reconocer la diversidad de pueblos ancestrales que habitan de norte a sur, sus acervos culturales y derechos de propiedad. Lo que pasó por aceptar, necesariamente, su dignidad, particularidades de vida y derechos humanos, sin perjuicio de que también se los instara al disfrute de la modernidad y los recursos del desarrollo educacional, científico y tecnológico.

Otra cosa es lo que sucede en Chile con la etnia mapuche, cuyas aspiraciones de autonomía y derechos culturales y económicos continúan conculcados. Al grado que la Araucanía está entre las regiones más atrasadas del país, y las tensiones y conflictos se han reinstalado en la zona con funestas consecuencias para todo el país. En este sentido, no tenemos duda que al Estado chileno le ha faltado sensibilidad, realismo y una mínima capacidad de discurrir aciertos políticos.

Ello es lo que mejor explica, después de una espera más que centenaria, que entre los mapuches prospere ahora la idea de su plena independencia de Chile, y las ideas de su integración al país y pleno ejercicio de sus derechos cívicos o ciudadanos representen ahora las posiciones más conservadoras, y acaso minoritarias, dentro de esta guerra larvada. Como lo hemos dicho en otras oportunidades, lo cierto es que a la política chilena en éstas y tantas situaciones le ha faltado liderazgo y estadistas genuinos.

Creemos que habría sido perfectamente posible, a esta altura de nuestra evolución republicana, que tuviéramos al pueblo fundacional completamente integrado a una sola nación chilena, de no haber prevalecido la codicia y el menoscabo en relación con los mapuches. Como “los más pobres entre los pobres” del país, cada día se hace más difícil tal integración, sobre todo por la influencia que ejercen en la Araucanía los intereses de las grandes empresas forestales, pesqueras y mineras que no persiguen, ciertamente, el interés nacional, sino su propia satisfacción en el lucro y la inicua apropiación de nuestras reservas naturales. Y que, desde luego, tienen cooptada la política, las instituciones del Estado y los poderosos medios de comunicación.

En este caso, no cabe duda que la emancipación mapuche se ha consolidado como un ideal progresista o de izquierda enfrente de las fuerzas reaccionarias que aspiran al pleno sometimiento de una nación de perfiles muy definidos y cuyas demandas gozan de un creciente apoyo nacional que reconoce la justicia y dignidad de sus reivindicaciones.

Además, que empieza a asumir que más de dos tercios de nuestra población nacional étnicamente se nutren de la sangre y cultura de nuestro pueblo fundacional. Realidad que hace todavía más absurda y fratricida la represión policial y la impunidad de quienes a diario destruyen los asentamientos indígenas, matan y encarcelan a sus líderes morales y combatientes.

 

juanpablo.cardenas.s@gmail.com

Barómetro Latinoamericano

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