lunes, abril 28, 2025
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El camino hacia el mar en el 2022: una falacia y tres lecciones

Así como en otros tiempos, algunos políticos e historiadores chilenos postularon tesis falaces respecto a una supuesta mediterraneidad boliviana desde tiempos coloniales, ahora hacen lo propio en relación con el fallo en La Haya del 1 de octubre de 2018. De acuerdo con estas voces trasandinas –a las cuales se suman algunas bolivianas– el tema marítimo fue zanjado totalmente con dicha sentencia. No obstante, la anterior afirmación es más un deseo que una realidad. Una simple lectura de los fallos del caso es suficiente para identificar un par de elementos que demuestran lo anterior.
En primera instancia, tanto en el fallo preliminar respecto a la competencia de la Corte Internacional de Justicia como en la sentencia final, se dejó claramente establecido el alcance de la misma. Ésta solamente se limitó a la obligación –legal– por parte de Chile de negociar una salida soberana al mar para Bolivia. Basta con mencionar los párrafos 32-33 del fallo preliminar y los 88-89 del final para notar que la Corte no emitió ningún fallo acerca del derecho boliviano al mar ni –mucho menos– sobre el tema pendiente entre ambos países. Al contrario, aclaró varias veces que solo analizaría la supuesta obligación chilena.
En segundo lugar, la sentencia final también plantea con claridad que, si bien las distintas aproximaciones boliviano-chilenas no generaban ninguna obligación legal de negociar, fueron políticamente importantes para encontrar una solución definitiva al diferendo marítimo. Esta aseveración es complementada con el párrafo 176, mismo que expone la persistencia de un tema pendiente entre Bolivia y Chile. Solo en ese sentido se puede entender la aclaración explícita de que el fallo no excluye a las partes –Bolivia y Chile– de continuar las negociaciones para solucionar el enclaustramiento geográfico boliviano.
Por tanto, si bien es cierto que la sentencia del 2018 fue una derrota para los intereses bolivianos, desde ningún punto de vista puso fin al tema pendiente entre Bolivia y Chile. La única forma de hacerlo es solucionar definitivamente el centenario enclaustramiento geográfico boliviano mediante un acceso soberano al mar. Al respecto, las aproximaciones boliviano-chilenas a lo largo de la historia muestran que la empresa no es nada fácil. No obstante, aquello no significa que sea imposible. De hecho, se puede rescatar varias lecciones de las anteriores negociaciones.
Entre dichas lecciones, resalta la identificación de compensaciones –no territoriales– que Bolivia puede ofrecer a las otras partes de la negociación, un problema común durante las anteriores aproximaciones. Por ese motivo, antes de gestionar una nueva negociación, es necesario estudiar la factibilidad de las posibles compensaciones y cuantificarlas detenidamente. Cabe notar que las compensaciones no necesariamente deben ser materiales. Ellas también pueden ser intangibles, de acuerdo a los intereses de todos los países.
Otro aspecto importante es el posible rol de Perú en la negociación. Al respecto, es imperativo recordar que eventuales soluciones relacionados con la cesión de un acceso soberano por el territorio de Arica requeriría la anuencia del Perú. Esta situación se da merced al Tratado de 1929 entre Perú y Chile y a su cláusula complementaria –secreta, en ese entonces– que obliga al otro país a consultar la cesión de una parte del territorio en cuestión –Arica o Tacna– a una tercera nación. Ante este panorama, es primordial considerar al país incaico para posibles incentivos que lleven a su visto bueno.
Una tercera lección, extraída principalmente de los últimos años, está relacionada con una política exterior coherente con el tema del mar. Es imperioso asumir posiciones congruentes con la historia boliviana. Por ejemplo, no es sensato abstenerse en condenar una invasión armada cuando Bolivia sufrió una similar hace más de un siglo. De igual modo, tampoco es racional enemistarse con otros países solamente por intereses de la elite gobernante. No se debe olvidar que el tema marítimo no solo es bilateral, sino también trilateral y multilateral. En ese sentido, las otras naciones también pueden jugar un rol importante en futuras negociaciones.
Un elemento final para incrementar la probabilidad de éxito es contar con una diplomacia fuerte y conocedora del tema. Sin duda, aquello no podrá lograrse sin una Cancillería institucionalizada.
Evidentemente, el camino al mar no es sencillo; sin embargo, tampoco está completamente bloqueado, como muchos quieren hacerlo ver. Al contrario de lo que afirmó el flamante presidente chileno, los países sí negocian su soberanía cuando los incentivos son los correctos. De hecho, su propio país lo hizo varias veces durante más de un siglo de aproximaciones boliviano-chilenas.

El autor es economista, diplomático de carrera y autor del libro “El Juego Inconcluso: El tema pendiente entre Bolivia y Chile”.

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