lunes, septiembre 2, 2024
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¿Podían haber prevenido (los gobiernos) la variante ómicron, y las que vendrán?

Covid-19 ha causado 6 millones de muertes en el mundo en poco más de 2 años (en España cerca de 100.000). Y sigue matando. Se han infectado más de 400 millones de personas (en España 11 millones), muchas de ellas han necesitado ingreso hospitalario y atención en UCI con ventilación asistida. Otras muchas van a sufrir secuelas de por vida. El impacto económico ha sido importante en todo el mundo. Y todavía vemos restricciones en los viajes, pasaportes covid, mascarillas en interiores, limitaciones de aforos, protestas de colectivos afectados, etc., etc., en diferentes lugares del mundo. El hecho de que la pandemia haya impactado en todo el mundo, y la posibilidad de vivirlo en directo a través de los medios de comunicación y las redes sociales, ha contribuido a que nos sintamos parte de una misma aldea global. Tenemos que acostumbrarnos, los problemas serán cada vez más globales: climáticos, económicos, pandémicos, bélicos, …nos van a afectar a todos, y solamente podremos prevenirlos y resolverlos juntos.
Sin embargo, no hemos sido capaces, esta vez, de afrontar el problema todos juntos, con espíritu de universalidad. Es cierto que ha habido avances importantes en los enfoques de bloques regionales, como EEUU, la Unión Europea (UE) o la Unión Africana. Pero hemos fallado en la hora de lograr una respuesta global. Así, mientras en los países ricos hemos podido vacunar a toda la población con dos y tres dosis de vacunas frente al covid, en los países pobres, como Chad, República Democrática del Congo, Burkina Faso, Mali, Camerún, Madagascar, Níger, Tanzania o Sudán del Sur, se ha podido vacunar a menos del 5 % de la población. A principios de febrero tenía vacunación completa el 54 % de la población mundial. Y eso quiere decir que el 46 % no la tenía, y el virus sigue circulando (más de 2 millones de personas contagiadas diariamente en el mundo, a 19/2/22) y sigue mutando. Y, por eso, aparecen nuevas variantes que podrían escapar a la protección de las vacunas y producir efectos más graves sobre la salud. Esta desigualdad en el acceso a las vacunas es una vulneración lacerante del derecho humano a la salud que se podría haber evitado, y que se debería prevenir para lo que queda de pandemia y para las pandemias que, de seguro, vendrán. Conseguir que las tecnologías frente a los problemas de salud globales, incluyendo medicamentos antivirales y vacunas, sean accesibles a todas las personas en todo el mundo de forma equitativa es una exigencia de justicia para los más desfavorecidos, pero también es una necesidad para todos nosotros, si queremos garantizar, o al menos mejorar, la seguridad frente a nuevas pandemias. Como repite el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS): nadie estará a salvo hasta que no estemos todos a salvo.
¿Hay alternativas?
Decía que algunas cosas se han hecho bien. Por ejemplo: la UE y los diferentes países europeos crearon fondos para hacer frente al covid y financiaron proyectos de investigación con dinero público para acelerar el descubrimiento de vacunas (la UE más de 2.700 millones €). Lo mismo hicieron los EEUU y también otras regiones del mundo. Además, la UE realizó compras anticipadas de varias vacunas que estaban en investigación, aportando otros 3.000 millones € para las fases finales de los estudios, y para el desarrollo de los productos (maquinaria, materias primas, instalaciones, tecnología de producto). Las mismas compras anticipadas se hicieron en EEUU y algunos otros países. De esta forma, la financiación pública masiva permitió acelerar el descubrimiento de vacunas razonablemente eficaces. (Continuará mañana).

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