sábado, septiembre 28, 2024
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Nacen, crecen y mueren los partidos políticos

Los partidos políticos nacen, crecen y mueren, súbita o lentamente, lo mismo que los humanos. Los líderes pierden credibilidad y los discursos se tornan triviales, nada novedosos ni históricos. Son pura fanfarria, ciertamente. Ello ha ocurrido no solo acá, sino en la región y el mundo. No es cosa novedosa referirnos al respecto.
El Poder corrompe, desgasta y empaña la imagen de aquellos grupos. Corroe las bases de sustentación de dichos entes. Hemos visto, en Bolivia, sin ir muy lejos, que el mayor partido del Siglo XX, el MNR que introdujo transformaciones, sin parangón en la historia Patria, acabó fraccionado, en diversos “taxi partidos”, inscritos, increíblemente, en la Corte Nacional Electoral. Basta revisar la documentación que tiene esa institución sobre el particular. Ninguno de éstos se pudo constituir en el “colectivo”, con capacidad para sumar y multiplicar adherentes. Pasaron a la historia sin pena ni gloria. Sirviendo de cuña, algunos, a las dictaduras militares que violentaron el sistema de libertades, a partir de la década del sesenta del siglo pasado.
Surgieron de su seno, como señal de descomposición partidaria, los de la izquierda (así a secas), los de la izquierda nacional, los auténticos, los de la izquierda – Alderete, los de Rubén Julio, los del Pueblo – Arellano y otros, que se nos escapa de la memoria.
El mayor partido del Siglo XX se fue desmoronando, paulatinamente, ante la mirada de propios y extraños. Por medio actuaron, como siempre, intereses creados, mezquinos y ambiciones personales. La unidad monolítica, que tanto pregonaran sus principales dirigentes, se fue quebrantando, dando curso a la disidencia, que daría mucho para especular. Todos quienes promovían el desprendimiento del tronco matriz, debilitaron el potencial partidario. Nadie pudo evitar la avalancha del divisionismo. “Traición, traición”, vociferaban quienes aún defendían a ese partido en declinación, que empezaba a cerrar su ciclo histórico. Inclusive reiteraron que había, en esas filas, personajes que actuaban con “el puñal bajo el poncho”.
Su líder Víctor Paz Estenssoro fue el único presidente boliviano que fuera recibido por su homólogo norteamericano John F. Kennedy, en la Casa Blanca, a principios de la década del sesenta, del pasado mediato. Dignatario estadounidense que murió, más tarde, en un atroz atentado en Dallas. Él resaltó, en aquella ocasión, la cooperación brindada a Bolivia por los Estados Unidos, dentro del esfuerzo general de la Alianza para el Progreso. Ratificó, asimismo, su admiración por el pueblo boliviano, que buscaba transformaciones en su existencia, conforme con los ideales democráticos y las medidas pacíficas, contempladas en la Carta de la Alianza para el Progreso.
Las desavenencias partidarias se plantearán, pese a quien pesare, tarde o temprano. Habrá revoltosos entre sus militantes. Resentimientos, a raíz de los desaciertos, de los excesos y de las acciones poco consensuadas, en contra de quienes lideran esas organizaciones políticas, poco confiables hoy. Es que aquellos no son seres extraordinarios ni enviados del cielo, sino seres de carne y hueso, con vicios y virtudes, propensos a incurrir en yerros, incalificables. No están libres de tropezar y caer estrepitosamente. ¡Dios los libre!
En suma: los partidos, por deslices de sus dirigentes, unos avispados y otros torpes, se precipitaron al abismo, truncando su futuro.

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