viernes, septiembre 27, 2024
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Cuidar el imperio mundial de la paz es misión de la humanidad

Ante el hecho de que la guerra desencadenada por Rusia tenga proyecciones mayores, existe en la comunidad internacional el temor de que los conflictos se expandan y adquieran mayor gravedad, especialmente si se utilizan armamentos de “última generación” que no tienen límite hasta para destruir todo el planeta.
Nunca se concibió la posibilidad de que el ser humano adquiera la condición de ser castigo de sí mismo, que haga todo en pro de atentar contra la vida en el planeta sin considerar que es el hogar común de todos y que, en modo alguno se vislumbra siquiera la posibilidad de que el ser humano pueda vivir en otras latitudes del inmenso universo. La ceguera de políticos, gobernantes y hombres multimillonarios llega a los límites de que pueden extremar sus ganancias y seguridades financieras en la proporción de lograr diez veces mayor poderío del que poseen para actualizar sus armas y tener mayor capacidad para destrozar y destruir al mundo; pero, en su ceguera, no se atreven a pensar siquiera en que tan sólo una mitad o una cuarta parte de lo invertido en armamentismo podría servir para conseguir que la pobreza –causante de todos los males que padece la humanidad– desaparezca totalmente de la faz de la Tierra y todo el planeta sea un remanso de paz y entendimiento entre todos los seres humanos. No, ellos –los poderosos en todos los sentidos– imposible que acepten la paz y prefieren la voracidad de las guerras, la sangre regada por miles de personas, la destrucción total de ciudades y países. Ellos viven con la fatalidad de buscar la destrucción total y no alcanzar los beneficios de una concordia permanente sin peligro de perderlo todo, parecen estar prestos para una destrucción masiva de un mundo unido por fronteras de la vida que han demostrado, en el curso de muchos siglos, estar pendientes de la carencia de conciencia de quienes sólo ven conveniencias creadas en pro de beneficios que jamás fueron de toda la humanidad.
Estar en un mundo amenazado permanentemente por las posibilidades de una o más guerras, no es vivir para los seres humanos; es, simplemente, existir pendientes de lo que podría ocurrir en un mundo amenazado por convulsiones peligrosas. Ante semejante peligro, la humanidad no tiene otro remedio que prepararse, asumir los deberes que deben practicar todos los hombres y todos los pueblos; buscar y practicar permanentemente los caminos, medios y formas de que sea la paz, como instrumento de concordia y entendimientos la razón suprema de la existencia y vida del ser humano como vía para conseguir los múltiples beneficios que la naturaleza provee y que la ciencia y la tecnología pueden contribuir a superarlas.
Es vital para el planeta Tierra su preservación dado que no hay en el amplio universo otro sitio para que alojar a ningún ser viviente y mucho menos a quienes existirán por lo menos en las cien generaciones a la nuestra, según estudios de la ciencia.
Es una realidad que, si los hombres no cuidamos lo que ahora poseemos, las discordias en que vivimos terminarán con nuestra vida y la vida de las futuras generaciones; corresponde, pues, que la unidad y la concordia entre todos sean preservadas y ello sólo es posible conservando la paz entre todos los seres humanos.

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