miércoles, julio 31, 2024
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La preceptiva en la profesión médica, su lugar y su sentido

Parte II

 

En ese punto temporal es donde el médico puede cambiar el curso natural de la enfermedad, al menos el que se le supone. ¿Cómo conseguir ese punto preciso y ajustado a la realidad evolutiva?, por medio de la experiencia perceptiva, del recuerdo de situaciones análogas y la atención precisa.

No desdeña la teoría, pero considera que ésta debe estar supeditada a la observación, de manera que la realidad no quede desfigurada por aquella, porque las consecuencias para el enfermo pueden ser nefastas si la inexperiencia del médico viene a ser suplida por la teoría.

Así, pide al médico que se atenga por completo a los hechos que la realidad le muestra y se ocupe de ellos (2). La decisión de lo que va a administrarse al enfermo será útil y beneficiosa, si se tienen en cuenta el máximo de matices que el paciente presente en la manifestación de la enfermedad que le aqueja (3). Es imprescindible llegar a un acuerdo con el que sufre y no se puede empezar hablando de los honorarios o del salario, por no preocupar y agobiar más a quien ya sufre una afección, sobre todo si es aguda. Considera que «es mejor hacer reproches a los que se han salvado, que atosigar a los moribundos» (4). Los «enfermos que aprecian lo extravagante, (…), se merecen despreocupación, pero no castigo». El médico no puede ser inflexible en su opinión, ni dejarse llevar por creencias inamovibles, ha de adaptarse a la novedad que en el enfermo tenga lugar (5). También ha de procurar «no incurrir en un exceso de inhumanidad» considerando las condiciones de vida y los recursos del paciente y atender a los extranjeros y pobres; «si hay amor a la humanidad, también hay amor a la ciencia» (6). La falta de formación médica impide percatarse de lo dicho anteriormente, un buen médico es compañero de la ciencia, pero no evita llamar a otro médico cuando se encuentra ante un caso difícil (7). No es indecoroso, ante un apuro con el enfermo por falta de experiencia, hacer una consulta común con otro médico más experimentado. Y no deben discutir o ridiculizarse porque «jamás el juicio de un médico debería rivalizar con el de otro» (8). «Somos directores de lo que es menester para la salud» (9). Agradar es digno del médico y le da prestigio, pero sin ostentación (10). Es necesario memorizar los síntomas y su significado, así como la aplicación de los instrumentos (11). Si hay que dar un discurso, evitar la retórica, esta le resta mérito y denota incapacidad (12). Respecto a los médicos de escaso saber, hay que atenderles cuando hablan, pero oponerse a ellos cuando actúan (13).

El capítulo 14 es una miscelánea de recomendaciones a seguir y también a evitar, que Littré consideraba que carecía de conexión con el resto del tratado [8] pudiendo ser un añadido. Con todo, también contiene afirmaciones y recomendaciones que interesaba tener en cuenta.

He hecho un resumen orientado a lo que hoy constituiría una parte de lo que llamamos profesionalismo y del buen quehacer médico, con el afán de hacer ver qué conceptos actuales ya existían en tiempos pretéritos, provocados quizá por los estímulos que genera el afrontamiento del enfermar, el cuidado y el intento de curación del enfermo. La sanación, como hoy, también se resistía en más ocasiones de las que el sanador deseara. Pero la intención última de esta corta exploración es la de inducir a la lectura de estas «viejas», a la par que actuales, obras clásicas de la medicina de las que cada lector, de acuerdo con su experiencia, sacará nuevas conclusiones.

 

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[8] López Férez, JA. (1990). Nota 37 de «Preceptos». En Tratados hipocráticos I. Madrid: Gredos, p. 317.

 

Vicente Andrés, Doctor en Medicina, Diploma Superior en Bioética y Máster Universitario en Filosofía Práctica.

 

medicosypacientes.com

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