martes, noviembre 5, 2024
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Reconocer y corregir los errores cometidos

La forma más práctica de rehuir responsabilidades es, para las personas con escasa honradez, no reconocer los yerros cometidos. Quienes obran escondiendo las culpas que tienen, tan solo para no tener que hacer correcciones, pecan por no mostrar honestidad y menos capacidad y voluntad para enmendar. El diario vivir muestra cómo algunas personas prefieren soportar el peso de lo mal hecho y no pedir disculpas. La convivencia entre personas siempre es constructiva porque permite que el diálogo lime asperezas y muestra caminos para consolidar amistad y mostrar lo conveniente para las partes.
Hay pueblos que viven en discordia tan solo por evitarse el “mal momento de expresar sentimientos” y prefieren silencios que pueden complicar situaciones. Sin embargo, personas que participan de una sociedad no pueden ni deben estar separadas, salvo que quieran que su vida se nutra de malos momentos y situaciones amargas.
En la vida de las personas y de las naciones que perduran por siempre, hay cuestiones que, en su tiempo, han ayudado al progreso y felicidad de los pueblos y, por el contrario, todo lo que ha causado sufrimientos y angustias ha significado atraso, pobreza, ignorancia, miseria, enfermedades y males de toda laya. Todo ello que podía significar un balance en la vida, resulta vano e insatisfactorio porque está probado que nada satisface lo que, por instinto y vanidad, se espera que ocurra en el diario vivir.
Corresponde, pues, tener conciencia de que es importante reconocer los errores cometidos y, por honradez y dignidad, cabe que, en lo posible, se enmiende lo mal hecho, que se encuentre formas de reparación cuando se ha causado daño y perjuicio.

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