viernes, septiembre 27, 2024
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La salud pública en terapia intensiva

El asunto de la salud pública se ha puesto entre los primeros puntos de la agenda de las agudas cuestiones nacionales y su gravedad requiere un diagnóstico por lo menos general y un tratamiento inmediato, de tal forma que el enfermo no se agrave o, finalmente, pierda la vida en manos de su cuidador.

La población boliviana se encuentra sufriendo, salvo raras excepciones, un estado de salud de muy baja calidad, por la crisis económica centenaria que le afecta y más aún por los problemas que en años recientes ha traído la economía plural, el proyecto comunitario del Estado Plurinacional y no menos la crisis internacional que arrastra el planeta desde hace algunos decenios.

El pueblo padece de hambre, no tenemos producción de alimentos y casi todo lo que se consume llega mediante el contrabando. Los productos son de baja calidad, los ciudadanos se alimentan con dietas inapropiadas, generalmente desprovistas de minerales, vitaminas y proteínas. Es más, la provisión diaria de calorías es generalmente de menos de la mitad y, por tanto, han perdido las defensas y están propensos a infecciones.

Por si fuera poco, los connacionales no tienen dinero para comprar medicamentos y menos para acudir a los médicos y clínicas. Peor aún, la atención médica que ofrece el Estado Plurinacional ha caído a niveles tan bajos que pueden ser considerados como ínfimos.

Mientras, por ese lado, el panorama es calamitoso, la atención que corresponde al Estado no cumple con las exigencias mínimas que exige la población. Los hospitales son pocos, carecen de medicamentos, su personal profesional es escaso y limitado, su presupuesto es bajo y, en general, la atención al público es lamentable, al extremo que para recibir una atención de urgencia tiene que hacer filas desde la madrugada, en medio de heladas y lluvias, sin que, finalmente, reciba la atención necesaria. Y muchas veces el paciente retorna a su casa con las cajas destempladas y tiene que recurrir a auto-tratamientos o a curanderos.

Ese estado de cosas se ha ido agravando en decenios recientes, pese a que el Estado gozó de ingentes ingresos, pero que no sirvieron para atender la salud pública, sino más bien para derroches, corrupción y ahora no tiene con qué afrontar la crisis.

Todo ese panorama negativo adquiere mayor gravedad porque la salud de las masas populares se agrava, los médicos y enfermeras protestan con grandes huelgas locales y nacionales, hay escasez y alza de precios de los medicamentos, faltan hospitales, aumenta la población enferma, etc., por mencionar solo algunos de los cientos de problemas que se tiene a la vista.

El panorama general es poco menos que calamitoso y las posibilidades de solución se han vuelto más remotas, pues el Estado, encargado de velar por la salud el pueblo, también está en crisis y lamentando que en épocas de las vacas gordas no haya sabido tomar las medidas precautorias necesarias y se haya dedicado, en cambio, a lujos faraónicos, como construcción de “canchitas” y tinglados, compra de aviones de lujo, helicópteros para turismo presidencial y otras cosas, de tal forma que hoy la salud pública requiere con urgencia ser sometida a terapia intensiva.

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