domingo, septiembre 1, 2024
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La globalización amenaza a pequeñas y medianas empresas

Hoy las empresas transnacionales influyen considerablemente en la competitividad internacional. El fenómeno de la globalización es un factor importante que tiene impacto en casi todos los negocios llevados a cabo. En donde la internacionalización de los mercados para la oferta y la demanda, al menos influye indirectamente en cada negocio, que aumenta la desigualdad dentro y entre las naciones, amenaza el empleo y el nivel de vida y frustra el progreso social.
La integración política, económica y el avance tecnológico facilitan en gran medida un fenómeno llamado “Globalización”. Uno de los resultados es que los costos de la distancia se han reducido dramáticamente.
Mucho se ha expresado en torno de la globalización, bueno y malo, pero nadie pone en duda que ésta altera y transforma de muchas maneras las relaciones internacionales. Organismos no gubernamentales, así como aquellos representativos de la Organización de las Naciones Unidas y, sobre todo, los de grupos que soportan el modelo del neoliberalismo, como el Grupo de los 8, y otros afines, liderados por las grandes corporaciones y capitales mundiales, se abrogan el derecho, unos de imponer condiciones y otros de oponerse a ellas, por los efectos negativos que éstas producen.
Nos referimos al sueño de la aldea global, donde habrán de imperar, al final, aquél o aquellos que salgan triunfadores de la disputa territorial para establecer sus industrias y comercios, donde impere una forma única controlada de la tecnología disponible. Esta visión nada tiene de futurista, ha sido el sueño de los líderes visionarios que aspiran a dirigir un mundo sin fronteras, sin considerar que no son los únicos que tienen ese sueño imaginario que tan empeñosamente tratan de volver realidad.
El mundo está lejos de resolver sus problemas, pero para comenzar a cambiarlo debemos suplir la arquitectura de las estructuras internacionales y también el esquema mental en torno a la globalización. La globalización mal gestionada trae consigo pobreza, pero también la amenaza a la identidad de los pueblos, su historia y sus valores culturales. Se debe lograr un proceso globalizador que respete a los pueblos y a sus idiosincrasias. Necesitamos entender que no se necesita de guerras armamentísticas para generar pobreza o malestar: basta con destruir culturas y religiones. Necesitamos entender que no solo socavan la democracia los regímenes dictatoriales: la socava también la injusticia social.
La globalización no cumplió con lo que prometió. La globalización no atendió a los desaventajados ni permitió un mayor acceso a la información, a la salud y a la educación. Muy por el contrario, la brecha entre pobres y ricos creció, y el acceso a la información se dificultó. Y por ello treparon los índices de corrupción y creció la implementación de políticas injustas. Es hora, entonces, de que la opinión pública tenga conocimiento del fin y del accionar de las organizaciones globales y de los Estados, para poder así reclamar por lo que les corresponde a quienes no pueden ya reclamar. Es un hecho que la globalización es un huésped que no tiene planes para abandonar al mundo. Será algo beneficioso si queremos, porque nos dará tiempo y esperanzas de cambiarla. Pero será preocupante si continuamos en la misma postura y permanecemos al margen de este gran problema mundial.
Es curioso que esta disputa de todos contra todos, en la que se van quebrando fábricas, se destrozan empleos y aumentan las migraciones masivas y los enfrentamientos interétnicos y regionales, sea llamada globalización. Llama la atención que empresarios y políticos interpreten la globalización como la convergencia de la humanidad hacia un futuro solidario, y que muchos críticos de este proceso lean este pasaje desgarrado como el proceso por el cual todos acabemos homogeneizados.

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