miércoles, septiembre 4, 2024
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El hombre sin rostro (2)

Continuando el comentario sobre el libro “El hombre sin rostro”, elaborado por Masha el Gessen (Penguin Random House, mayo 2020), lo que sigue es una relación sobre un gobierno que busca controlar toda Rusia, al ir haciéndose cargo del gobierno nacional y los gobiernos regionales.
El capítulo 8 lleva el título “El desmantelamiento de la democracia” y nos conduce, paso a paso, en una mesa redonda efectuada por actores políticos para analizar lo que nuestro personaje había logrado en el transcurso del primer año de su gobierno y se llega a la siguiente conclusión: “Ha puesto a Rusia en el congelador –dijo uno de ellos–, un hombre en la cincuentena con un rostro firmemente esculpido y diminutas gafas de alambre. Lo cual no es necesariamente malo. Tiene un cierto efecto estabilizador. ¿Pero?, qué pasará a continuación?».
Enseguida, algunos ejemplos de esos hechos que cambiaron la forma de conducción de la política rusa.
«Yeltsin hizo frente a su último intento de destitución en 1999. El hombre mayor que lo había precedido en el turno de palabra que había sido el principal asesor de Mijail Gorbachov, veía los años noventa como lo que había sido: un breve periodo de casi democracia, una visión fugaz, un golpe de suerte. «Han ganado amigos dijo Alexander Tsipko a los presentes –Rusia es un gran Estado que flota en el espacio político informe».
Pero los ejemplos que siguen alteraron esa realidad. El 13 de mayo del 2000, seis días después de tomar posesión, Putin firmó su primer Decreto y propuso una serie de leyes, todas dirigidas, según dijo, a «fortalecer el poder vertical».
¿Qué es lo que siguió? Cambios en la designación de gobernadores. Fueron designados siete enviados presidenciales a siete grandes territorios del país, cada uno compuesto por una docena de regiones, cada una de las cuales a su vez elegía a su asamblea legislativa y a su gobernador.
«Putin nombró a los siete enviados. Solo dos de ellos eran civiles, uno de los cuales era probable que hubiese sido agente encubierto del KGB (policía secreta). Dos eran agentes del KGB de Leningrado, uno era general de la policía y otros dos eran generales del ejército que habían mandado tropas en Chechenia. Así Putin nombró a generales para que supervisasen a los gobernadores elegidos por sufragio popular.
Lo que siguió fue un gobierno autoritario, por lo que, como calificó un político opositor, Putin había recibido una «potente vacuna contra el proceso democrático».
«Se hizo de todo para reducir o eliminó la participación de grupos de oposición al gobierno, al mismo tiempo se dictaminó normas que determinaban que los gobernadores serían designados por el Presidente y no por elección, igual con el alcalde de Moscú. Los periodistas que opinaban contra el gobierno eran asesinados. Pero lo peor de todo, la corrupción se dio en gran escala para enriquecer a Putin y sus allegados. Al aprovechar esta oportunidad, Putin, como de costumbre, era incapaz de distinguir entre sí mismo y el país que gobernaba. La codicia no es su principal instinto; es simplemente un instinto al que nunca puede resistirse».
Para concluir, este fascinante libro tal vez explique por qué Rusia, con Putin a la cabeza, invade a la pequeña Ucrania

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