miércoles, septiembre 4, 2024
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La dictadura del progresismo

La ideología postmoderna, como evolución del pensamiento, se ha convertido en una de las mentiras más grandes del presente siglo. La simplicidad del pensamiento actual está ligada, desde sus cimientos, al socialismo europeo del Siglo XX, al cual, al fracasar rotundamente en todas las regiones en donde quiso echar raíces, no le quedó más que mutar para sobrevivir.
En el afán de construir enemigos entre las sombras, los ideólogos del socialismo encontraron nuevos enemigos a vencer, siendo el Estado de Derecho y el Cristianismo Católico los principales enemigos de las nuevas vertientes socialistas. Esto se da porque ambos extremos representan, por un lado, el respeto a las leyes y a las libertades individuales y, por el otro, a la base fundamental del comportamiento ético y moral dentro de la sociedad occidental. Por todo esto, no es de extrañar la insistencia de la izquierda en cambiar constituciones a su gusto y antojo; tampoco es de extrañar el ataque constante que sufre el cristianismo católico.
La premisa de F. Engels de que toda la historia de la humanidad estaba basada en la lucha de clases, entre los opresores y los oprimidos, fue mutando según sus necesidades. Por ejemplo, el feminismo radical señala que la clase oprimida (las mujeres) tiene que rebelarse y tomar el control de la función reproductiva; para ello es necesario destruir a la familia, que es el centro de la opresión física, psicológica y económica de la mujer (Sulamith Firestone).
Para llevar a cabo el avasallamiento del Estado de Derecho y el desprestigio de la Iglesia Católica se emplea, de forma indiscriminada, el poder económico de diversos colectivos de índole progresista, los mismos que cuentan con un apoyo económico importante; incluso su poder llega a tal nivel, que imponen políticas públicas en diversas esferas dentro de Estados y municipios.
Los medios de comunicación alternativos y formales también ceden ante la presión económica y social de estos colectivos. El bombardeo mediático al que es expuesto la sociedad occidental es abusivo y avasallador. Con la excusa de la inclusión y de la diversidad, los conceptos de familia, equidad y justicia son descaradamente cambiados hacia una estructura tribal y anárquica, pues es justamente en la anarquía donde el nuevo socialismo encuentra la excusa perfecta para la toma y el control del poder. Todo esto sucede de manera solapada y continua.
Los paradigmas morales son “deconstruidos” por ser supuestamente discriminatorios. Bajo el discurso de la inclusión y de la diversidad, se impone formas de pensar contrarias a la libertad; lo curioso es que estas formas de pensar son vendidas como “conquistas sociales”. De este modo, la familia, el matrimonio y la libertad pasan a ser los destellos indeseados dentro del progresismo.
El progresismo no valora la libertad, la Fe, la educación el emprendimiento o la familia, pues reflejan justamente lo contrario a sus preceptos, pero al ser “vendido” como baluarte de libertad e inclusión generan el cierre descarado a todos los principios éticos y morales que han cimentado por siglos las bases de la sociedad occidental. La consigna es simple, todo lo que proviene de los preceptos cristianos debe ser eliminado, pues representa la antítesis de aquello que se nos quiere imponer con el pretexto de la diversidad.

El autor es Teólogo y Bloguero.

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