No vivieron en la “Bolivia Saudí”, sino en un país empobrecido. No tuvieron la “economía blindada”, sino reducida a la mínima expresión. No tuvieron bonanza económica. Pero lograron el “milagro boliviano”, consolidando las conquistas de 1952. Haciendo la transformación nacional, por el bien común. Les ha costado realizarlo, pero con reconocimientos pasaron a la historia. El respaldo del pueblo boliviano, en tiempos heroicos, fue determinante para alcanzar dichos propósitos.
La memoria histórica los incluye entre los transformadores, no solo de la nación boliviana sino latinoamericana. Posiblemente los ubica entre los próceres revolucionarios mexicanos. Lo que importa es que lograron sus objetivos político – ideológicos. Abrieron cauces para el cambio, con miras al futuro. Sus medidas no fueron revertidas ni por las dictaduras más reaccionarias, sino profundizadas de acuerdo con los tiempos.
Resulta que hace nueve años, aproximadamente, de la revolución nacional, las condiciones económicas adversas conspiraban contra dicho proceso inaugurado el 9 de abril de 1952. El gobierno tuvo que lidiar, contra viento y marea, a fin de conducir ese proyecto político, transformador e histórico. Prueba de ello son las misivas cursadas al Poder Legislativo, entre los años 1960 y 1961, por el presidente de la República, Víctor Paz Estenssoro, en las que hace referencia a la difícil situación económica del país.
“El Tesoro Nacional confronta una aguda crisis en materia de disponibilidades, además de que sus obligaciones van creciendo permanentemente”, escribe, en una carta. “El Tesoro Público confronta un apreciable déficit, destinar las escasas recaudaciones a otros fines no presupuestados, agravaría el déficit fiscal”, afirma, en otra. “El Tesoro Nacional confronta una aguda crisis económica que no le permite contraer nuevos compromisos que no podrán ser cumplidos”, reitera, asimismo. “La penuria económica aflige al país”, señala. “Crítica situación del Presupuesto Nacional”, agrega.
He ahí la realidad del país de entonces. La fragilidad económica impedía, como se ve, asumir compromisos, por el temor a incumplirlos. Si la nación boliviana hubiera tenido fabulosos ingresos, como en la época del auge gasífero, del pasado reciente, las cosas posiblemente hubieran sido diferentes. Quizá se hubiera ejecutado obras por doquier. Quizá también se hubiera entregado asistencia económica a los más olvidados. Quizá se hubiera buscado optimizar el estado de las carreteras, la educación y la salud, por el bien común. Pero se hizo, en el marco de las posibilidades del Estado, obras que jamás habían sido proyectadas. Las condiciones económicas, conforme hemos visto, fueron un obstáculo para cumplir con los postulados de la revolución nacional. Estas palabras se inspiran en las afirmaciones del líder que ocupó el primer cargo de la administración pública.
Lo bueno es que él supo reconocer la situación económica. No ha engañado, con datos manipulados a la población. Fue categórico en sus apreciaciones. Ahí radica su honestidad y su transparencia. Ha caminado con la verdad y ha recibido el respaldo de las multitudes.
En suma: he ahí algunos datos para reflexionar.
No tuvieron la “economía blindada”
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