Como perros rabiosos se han lanzado los masistas contra la ex presidente Jeanine Añez para despedazarla, y luego de un juicio ilegal, con un tribunal ordinario de togados sacados de la manga, la señora Añez, que goza de caso de Corte por la investidura que tuvo, ha sido sentenciada a diez años de cárcel, acusada de cuanta mentira existe, víctima de las peores calumnias, presunta protagonista de una historia llena de contradicciones, maldad, y hasta de crímenes.
La mayoría en Bolivia guarda silencio por miedo o porque ignora el tema, pero la Unión Europea y las Naciones Unidas, tanto como la OEA, no han podido callar, y, sobre todo, después de lo expresado últimamente por el Relator Especial de la ONU, Diego García-Sayán, han concluido en que hubo vulneración al derecho al debido proceso de la ex dignataria y que fue condenada por ambigüedades, con abuso de la prisión preventiva y con un formato virtual e híbrido en algunos casos. Esto es algo que resulta inaceptable.
Lo que saben los organismos internacionales y regionales, pero que no lo quieren o no lo pueden decir, es que en el juicio ha primado la mitomanía. Que es un mitómano el que ha inventado una historia truculenta para salvar su pellejo de sujeto fraudulento y acobardado, durante el año que estuvo deambulando por Argentina. Y todo porque tiene irrefrenables ansias de retornar a la Presidencia de Bolivia.
Espero tener razón en lo que manifiesto sobre lo que es la mitomanía y si ese mal, que tiene como base el delirio y la mentira, se ha impuesto en la Bolivia del Estado Plurinacional y en el juicio ordinario contra la señora Añez. He recurrido a la ayuda de Wikipedia porque no soy un experto en rebatir el cerebro humano, peor hurgarlo cuando se trata de caletres enredados, pero confío en lo que dice.
Según los psiquiatras, “mitomanía, mentira patológica, o pseudología fantástica”, son tres de los términos que son utilizados para identificar a los mentirosos compulsivos o habituales. Creo que la definición nos lleva por el camino correcto, si nos referimos al “libertador de los pobres”. Dicen estos hombres de ciencia, que la mentira patológica (mitomanía) es ni más ni menos que “una invención inconsciente y demostrable de acontecimientos muy poco probables y fácilmente refutables”.
“No mentirás” es una de las reglas milenarias andinas, que ha sido base de la filosofía del masismo. Sin embargo, no ha existido fabulador y embustero más grande que aquel que nos contó a nosotros, a reyes, príncipes, presidentes, embajadores, y a quien quisiera oírle, sus cuentos sobre su niñez en Oruro, su juventud en el trópico, pero, sobre todo, las mentiras políticas de hoy, que, sin arrugarse, echa en la cara a todo el país, cada vez que le parece necesario. Basta con verlo en las entrevistas de televisión previamente concertadas. No recuerdo que Mesa, Goni, Banzer, Paz Zamora, Paz Estenssoro, ni Siles Zuazo, hubieran narrado, en cada entrevista, cuentos sin interés político. En este caso que nos ocupa, puede que el paciente crea realmente en sus mentiras, en falsos recuerdos, pero esto es producto “de personalidad antisocial (que) utilizan las mentiras sencillamente porque necesitan afecto”.
La ciencia dice en este sentido algo que nos debe preocupar a todos los compatriotas y es que en los mitómanos “la tendencia a mentir es duradera”. Con eso estamos realmente fregados. Dicen los científicos que se trata de una “perturbación de la personalidad”. Que eso se podría discernir clínicamente (vaya uno a querer internar a un mitómano con poder). Y a todo esto se agrega lo que realmente acontece en Bolivia con el mesías de la coca y es que sus historias contadas “tienden a presentar al mentiroso de manera favorable”.
Además, esto último sobre los mitómanos: “Debido a la falta de confianza, la mayoría de las relaciones y amistades de los mentirosos patológicos fracasan. Si la enfermedad continúa avanzando, la mentira podría llegar a ser tan severa como para causar problemas legales, relacionados con el fraude”.
Si a los bolivianos nos gustan los cuentos y las fábulas, pues no sucede nada y seguiremos del brazo con la mentira patológica en nuestras narices hasta hundirnos. Pero si nos damos cuenta de hacia dónde caminamos, si vemos la maligna leyenda que se está tejiendo en torno a Jeanine Añez, producto de mentes enfermas, sería imperativo ayudarla con mucha mayor decisión.