Por: Adrián Cano
Lo repetimos como un mantra: «no se puede vivir así», «Tengo que parar». Más allá de la situación personal de cada uno, es indudablemente cierto que la vorágine de la vida social muchas veces nos ahoga y nos confunde. Gran parte de ese desconcierto nos lleva a naturalizar hábitos y comportamientos que no nos hacen para nada bien y que son perfectamente evitables. Como ya sabemos, lo esencial es la voluntad de cambiar.
-Espacio sagrado: Parece obvio, pero no lo es: a nadie le gusta estar en un lugar feo. Tu casa puede estar más o menos desordenada, pero tener flores, plantas, un sillón en el que te encante leer, objetos que la alegren. No es cuestión de dinero sino de ganas, y está comprobada la enorme influencia de los colores, aromas y formas sobre los sentidos. Deshazte de lo que no te gusta (si está en buen estado puedes regalarlo o reciclarlo), cambia los muebles de lugar, inspírate para decorar y no postergues arreglos, ni aun los más pequeños.
-No invadir la intimidad: Una de las actitudes más nocivas es llevarse los problemas a casa; si en la cena repasamos todas las complicaciones de la jornada laboral, las vivimos dos veces. Dediquemos los momentos compartidos a escuchar al otro y a «sentirnos» realmente juntos. Si estamos solas, no corramos al teléfono a contar cuán difícil nos resultó el día. Apaga el celular cuando llegues o al menos cuando decidas empezar a relajarte. Haz lo mismo con la computadora. No es sólo cuestión de cortar con las obligaciones sino también de frenar el estímulo lumínico de los monitores y las pantallas, ya que alarga nuestro estado de vigilia y, por ende, retrasa el sueño.
-Tiempo al tiempo: Aprende a priorizar las tareas, ¡y a disfrutarlas! «La vida es eso que pasa mientras estás haciendo otros planes», dijo Jhon Lennon. Mejor, siéntate con tus hijos, pregúntales cómo les fue, repasen juntos lo que tienen que hacer y si realmente la cena no puede esperar, invítalos a la cocina y acompáñalos mientras, con todo tu amor, te encargas de la comida.
-Paso a paso: El cuerpo y la mente no funcionan de manera automática; para aflojar tensiones y dormir bien hay que «bajar» de a poco. Sácate el make up y vístete con ropa suelta y suave mientras escuchas música tranquila. No te sientes a comer apurada ni mucho menos comas mientras haces otra cosa. Date tu tiempo para saborear, no ingieras alimentos pesados y, sobre todo, no te acuestes enseguida después de haber comido (tiene que haber transcurrido al menos una hora y media).
-Nada de nada: A las palabras hay que darles el valor que tienen. Si decidimos «no hacer nada» ¡no hagamos nada! Ocupar el fin de semana ordenando placares o corriendo tras las ofertas puede ser útil, pero nada ocioso. Reserva al menos un día para desconectar de cualquier tipo de obligación y compromiso…