domingo, septiembre 1, 2024
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La fobia a lo negativo

La imposición de lo diverso como manifestación cultural del presente siglo trajo consigo un marcado rechazo a la expresión de lo negativo, es decir, todo resulta ser bueno, incluso lo que es intrínsecamente malo. El relativismo termina disfrazándose de inclusión y el nihilismo termina convirtiéndose en la corriente de pensamiento más apto para la apertura a lo negativo como positivo.
El pensamiento occidental, debido a esta manifestación de fobia a lo negativo, ya no expone dentro de sus preceptos la resistencia a una cultura de muerte, cayendo de esta manera en el facilísimo intelectual de no lastimar ninguna postura, por más contraria que sea a los valores que por siglos cimentaron occidente. Surge de ello un pensamiento ambiguo y temeroso de la cultura de la “cancelación”.
Las grietas naturales que emergen de una sociedad que se encuentra en continuo movimiento son simplemente “parchadas” con la falacia de la inclusión. Se construye, de esta manera, una cultura de aceptación de lo ajeno y la negación de lo interno. Es así que se viene «deconstruyendo» poco a poco todos los cimientos occidentales, pues para la percepción de que todo lo ajeno es bueno, lo culturalmente propio termina siendo malo por el simple hecho de estar basados en preceptos éticos y cristianos. En este sentido, Dios deja de ser culturalmente bueno y se impone un nihilismo disfrazado de bien común.
El miedo a ofender y a ser ofendido se ha convertido en la fobia constante de una deconstrucción cultural y social ausente de valores y principios. La «estabilidad emocional» que claramente tendría que ser «intuito persona”, es ahora una constante social; es decir, se tergiversa de tal modo al bien común, que deja de ser una premisa social para convertirse en una manifestación emocional grupal. Lo individual deja de tener valor alguno frente a la masa popular que prefiere guardar silencio ante lo aberrante, imponiéndose así la dictadura de lo igualitario y colaborativo, donde el que se atreva a salir de ese molde social simplemente termina siendo “cancelado”.
El molde social se enmarca en lo que es la aceptación y la inclusión forzada, aunque en ello se desbarate siglos de historia y de principios, pues ya son considerados vetustos despojos de una sociedad decadente. El pavor a no encajar o a ser tildado de retrógrado no es un avance del pensamiento, es simplemente, un síntoma mortal de una sociedad temerosa de sí misma, que no se atreve a diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal, silenciando de esta manera su conciencia y razón para caer en la falacia de la aceptación y de lo diverso.
El nuevo milenio nos trajo consigo falsos sentimentalismos de una corriente social que prefiere mil veces perderse a sí misma antes de ser mal vista. Por ende, el bien común se convierte en la excusa perfecta para llevar en andas al “Caballo de Troya” hasta el centro mismo de nuestra sociedad.

El autor es Teólogo y Docente.

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