Se impone proteger, ahora más que nunca, lo nuestro. Nos referimos a la producción nacional, que sobrevive, hoy como ayer, a la arremetida devastadora del contrabando. Que ha rebasado los controles en las fronteras y que, con ese accionar, busca minimizar a las autoridades llamadas a retenerlo. Se apropió, sensiblemente, del país, cerrando el paso a lo nuestro. Éste que no goza, para el colmo de males, de los estímulos más elementales para seguir trabajando, nada más que por Bolivia. Generando empleo, para devolver esperanza. Trabajando por la reactivación económica.
El contrabando habría movilizado en 2020 alrededor de 2.300 millones de dólares (1). Actualmente sobrepasa los 3.500 millones de dólares. De veras que es un poder económico que ha crecido a la sombra del comercio ilegal. Es una fuerza poderosa que podría provocar la debacle del empresariado. Tiene a sus operadores diseminados a lo largo y ancho del territorio.
Lo nuestro, ciertamente, como consecuencia de la cuarentena rígida, aplicada entre marzo, abril y mayo de 2020, tuvo que confrontar serios problemas. Tuvo que reducir su actividad productiva, operando pocas empresas. Muchas de ellas cerraron, lamentablemente, dejando cesantía laboral que afectó a numerosas familias. Desde junio de 2020, cuando se flexibilizó aquella medida, ha retornado, paulatinamente, a la normalidad, pero, esta vez, bajo la permanente amenaza de un accionar clandestino e ilícito, que representa el contrabando. Que llena de productos extranjeros el mercado nacional, en detrimento de la producción boliviana.
Acá no sólo se trata de proteger los recursos naturales, ni a los gobiernos de turno, en democracia, sino también a la producción nacional, priorizando el sello “Hecho en Bolivia”. Logo que representa, quiérase o no, el rostro visible del país, que nos enorgullece, además. Si ahora no lo hacemos, corremos el riesgo de perder lo nacional. A lo mejor “el gobierno apuesta a que la economía viva de la informalidad, el narcotráfico y contrabando”, según Darío Monasterio (2).
Lo nuestro, la producción nacional, que nos identifica fuera de nuestras fronteras, ha surgido de la mente, de la inquietud, del esfuerzo y de las manos de los bolivianos, oriundos del oriente y occidente. Por el bien común, desde luego que sí. Que ha generado no solo tributos y aranceles a favor de las arcas del Estado, sino fuentes de empleo formales. Éstas que tanta falta nos hizo, para alcanzar el bienestar social.
La lucha que libra lo nuestro, es decir la producción nacional, con el contrabando, es desigual e inconcebible. Aquel es, por lo visto, un enorme monstruo, con gigantescos tentáculos. Con ramificaciones en el campo y la ciudad. Con la participación activa de algunas personas de poblaciones fronterizas. Con municipios que consumen los productos que provee. Capaz de destruir a quien se interponga en su camino. Amenaza, se moviliza y mata, inclusive, a fin de lograr sus objetivos.
En suma: es imperioso que el gobierno nacional despliegue mayor control en las fronteras por donde penetra el contrabando.
(1) Dato proporcionado por Ibo Blazicevic, en enero de 2021.
(2) Darío Monasterio, economista boliviano.