domingo, noviembre 17, 2024
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Sociedad sin frenos

En nuestros días parece que los vínculos familiares están cambiando por causa de la violencia intrafamiliar, porque sus garras han hecho presa de todas las clases sociales de una manera tan asombrosa que da temor. Vemos, escuchamos sobre violaciones, asesinatos, infanticidios, homicidios. Que niña fue vejada por su padre, profesor es acusado por acoso sexual, etc. “Habla tanta maldad, que la mayoría dejará de tener amor hacia los demás”.  (Mateo 24.12).  Todos estos males que produce la moderna sociedad hacen que los hogares estén en crisis, así se deshace, se desmorona la familia, por lo tanto, es necesario reconstruirla. Por todo esto debemos preguntarnos qué está pasando con nuestros principios morales, por qué la sociedad está tan ingobernable en lo moral. Frente a esta sociedad decadente marcada por una moral permisiva, (por crisis en valores) que atraviesa y deteriora la convivencia de la sociedad.

Es el momento para que nuestras autoridades superiores tomen cartas en el asunto, empezando por el Poder Ejecutivo, Legislativo, las universidades, la Iglesia y la sociedad. La Constitución Política del Estado, en el capítulo segundo, artículo 15, párrafo II, dice: “Todas las personas, en particular las mujeres, tienen derecho a no sufrir violencia física, sexual, psicológica, tanto en la familia, como en la sociedad”. Muchas veces el Estado es incapaz de percibir lo que está pasando en la sociedad, por su miopía insolidaria, tiene ojos, pero no ve, tiene oídos, pero no escucha, tiene corazón, pero no siente, tiene inteligencia, pero no entiende y cuán lejos está de todos estos desórdenes.

Las universidades descuidan la formación humana de los futuros profesionales, que no deben conformarse con solo acumular conocimientos. El profesional, como cualquier otra persona, debe preocuparse por la calidad de vida espiritual, y una formación en valores. Así, con esta educación y sus actitudes, podrá ayudar a la sociedad o elevar su autoestima. El profesional guiará hacia la trascendencia del ser humano, orientará y apoyará para evitar la violencia.  Si la iglesia es el más alto regulador de la moral y por medio de sus leyes y enseñanzas, es la gran ordenadora de la sociedad, debemos preguntarnos qué tipo de evangelio está anunciando ante la violencia que campea en la sociedad. La iglesia debe hacer una misión integral, y debe cuestionar los principales problemas que afligen a la sociedad: violencia, agresividad, crueldad… todo esto deshumaniza al ser humano.

No sé cómo el hombre sigue viviendo sin amor, sin este sentimiento nos estamos destruyendo unos a otros, estamos viviendo en fragmentos, en agresión contra el otro. Nuestra época se caracteriza por el surgimiento de filosofías permisivas, que niegan la existencia de Dios, por lo que va a llegar el tiempo en que la gente no soportará la sana enseñanza. Por el contrario, según sus principios caprichosos buscarán un montón de maestros que solo les enseñen lo que quieren oír (2Timoteo 4:3-4).

También la vida urbana facilita el desarrollo de la inmoralidad, que en sus más diversos aspectos se asemeja a la de los días que predijeron el diluvio.

El Nuevo Testamento, en el libro de Timoteo, dice “Los hombres serán egoístas, amantes del dinero, orgullosos y vanidosos.  Hablarán en contra de Dios, desobedecerán a sus padres, serán ingratos y no respetarán la religión. No tendrán cariño ni compasión, serán chismosos, no podrán dominar sus pasiones, serán crueles y enemigos de todo lo bueno”. (2Timoteo 3: 2-3).

Vivimos en una sociedad babilónica, todo está dominado por los sentidos, y la liberación de la sexualidad.  Por todo esto, los viejos códigos se están desplomando, o se está formando una nueva sociedad más tolerante y laxa, o esto es el principio de una decadencia moral de la sociedad, o el principio de una búsqueda de nuevos valores.  Será que el hombre actual es amo y señor de la forma que va a tomar su destino futuro, y no ve el derrumbamiento de los viejos pilares sociales.

Mucho se ha escrito sobre el tema de la violencia, también hemos oído muchísimas explicaciones de sociólogos, teólogos, psicólogos, y de burócratas organizados. Inclusive fueron realizados congresos, seminarios y así sucesivamente. Pero las explicaciones no son bastante buenas y aun conociendo las causas de estas perturbaciones, no se resuelve la violencia, porque realmente la sociedad está sufriendo transformaciones y ya no son respetadas las funciones tradicionales de una familia organizada.  Lo importante no es acumular palabras, razonamientos o explicaciones, sino más bien producir en cada uno de nosotros una onda revolucionaria, un profundo cambio de nuestras vidas. Esto es un desafío para mantener en nosotros un horizonte de transformación, de una esperanza racional y elevada, que no puede ser estéril, sino fecunda.

Qué maravilloso sería si ampliáramos nuestro horizonte espiritual, cambiando nuestras vidas, santificando nuestros corazones, reformando nuestra mentalidad, purificando nuestros cuerpos y así entramos en las vías de Dios, que son humildad, mansedumbre y bondad. Así construimos una sociedad más humana y sin violencia.

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