No obstante que el país, especialmente la región andina, atraviesa una grave crisis en producción de alimentos agrícolas y ganaderos, ahora se perfila una situación más delicada por ausencia de lluvias, que amenaza convertirse en sequía como en años anteriores, sin que las autoridades respectivas den muestras de preocupación ante lo que podría aproximarse.
A esa deficiencia en la producción de alimentos tradicionales –que también podría extenderse a la región oriental, donde proliferan incendios forestales y también la precipitación pluvial es deficiente–, se suman otros problemas como la toma de tierras por parte de los llamados grupos interculturales, que han ocasionado un clima de inseguridad jurídica entre propietarios medianos y pequeños. Esas dificultades causaron que productores de trigo anuncien que la producción de ese cereal caerá en 30 por ciento, mientras los panificadores aseguran que el precio de la harina subió en 47 por ciento, en un año. En el trópico, cientos de cabezas de ganado mueren por sed.
El panorama general se hace más preocupante por los problemas mundiales en el abastecimiento y producción agrícola, como la invasión rusa a Ucrania, que ha paralizado la agricultura y está dejando sin alimentos a gran parte de los países europeos, donde ya hay escasez y elevación de precios.
Las perspectivas de esta crisis se acentúan porque la fiera cuestión agraria del país no tiene signos de ser solucionada, pues el organismo que tiene que ver con tierras, además, tiene que dedicar casi todo su tiempo a atender la espinosa situación creada por los cocaleros de los yungas, la que, al parecer, en vez de ser solucionada, se ha agravado, lo cual los medios tienen obligación de anticipar.