jueves, septiembre 5, 2024
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¿Manejará Bolivia el mercado del litio con soberanía tecnológica?

Parte II

Finalmente, el tópico referido a la llamada soberanía tecnológica es tratado bajo un gran manto de ambigüedad. Como se sabe, el país malgastó significativos recursos monetarios escasos pertenecientes a todos los bolivianos en el desarrollo de una tecnología boliviana altamente ineficiente que, además, no generó ninguna patente relevante. Sin embargo, resulta que ahora, para el autor del reporte sobre litio de El Potosí, dicha tecnología no se habría producido en YLB sino en las universidades estatales. En relación con este tema, se olvida de hacer una puntualización. Que el Estado no solo no apoyó a las universidades Tomás Frías y Técnica de Oruro, a lo largo de todo este proceso esencialmente fallido, sino que obstaculizó cualquier avance por parte de ambas en esa dirección. De este modo, los logros alcanzados por tales universidades hasta la fecha sólo representan esfuerzos aislados sin mayor trascendencia. En otras palabras, todos los gobiernos de turno desde 2008 hasta el presente, se portaron como perros del hortelano, no hicieron ni dejaron hacer. Dado el reconocimiento tácito por parte del actual gobierno de los magros resultados del proyecto, lo que le condujo, precisamente, a lanzar su convocatoria de extracción directa de litio (EDL), ¿de qué soberanía tecnológica se podría hablar en este caso en Bolivia? Hace poco, un exviceministro, corresponsable del proyecto del litio desde su lanzamiento en 2008 hasta 2019, ha manifestado su preocupación por la participación de empresas extranjeras en los procesos de extracción y refinación del litio argumentando que esto dirigirá al país a una pérdida de soberanía tecnológica. Desde aquí, aprovecho la ocasión para responderle que no se puede perder lo que nunca se tuvo.
En este contexto, el periodista potosino, completa su contribución refiriéndose al artículo publicado por S & P al que lo califica como académico. En lo que sigue, se procede entonces a revisar dicha contribución con un ojo crítico.
Al margen de un comentario exagerado sobre las posibilidades de Bolivia en la industria del litio a nivel regional por su reciente decisión de intentar usar tecnologías de EDL, Richard Martin empieza su artículo de manera desafortunada, inflando desaprensivamente el dato de las supuestas reservas de litio de Bolivia. En este esfuerzo comete dos errores. En primer lugar, confunde recursos con reservas – Bolivia no cuenta con reservas de litio. Y, en segundo lugar, cita a S & P Global Market Intelligence como fuente de información para indicar que Bolivia posee 39 millones de toneladas de reservas de litio – que se sepa, S & P nunca tuvo ni tendrá capacidad para generar este tipo de información técnica sobre el litio, razón por la cual su “estimación estandarizada de reservas basada en propiedades mineras de litio” en el caso boliviano no puede ser vista sino como una simple especulación. Al parecer, no estaría informado de que los únicos datos confiables de recursos y reservas de litio provienen del SGEU, aunque es necesario señalar que el SGEU se limita a validar estudios enmarcados en alguna norma internacional encargados por los diferentes operadores de litio a empresas especializadas.
A continuación, en una muestra de total desconocimiento de la industria del metal en cuestión, da crédito al argumento infundado de que Bolivia podría producir hasta un 40% de la oferta global del metal más liviano de la tierra hasta 2030. ¿Sospechará Martin que eso significaría producir alrededor de 800 mil toneladas métricas de carbonato de litio equivalente (CLE)? Resulta por demás extraño que esto surgiera precisamente después de constatar que la producción de Bolivia el año pasado (de 540 TM, para ser exactos) hubiera sido insignificante. ¿Es que el autor del artículo en cuestión también llegó a la conclusión de que las técnicas EDL son una suerte de varita mágica?
Adicionalmente, hace mención a las 8 compañías que clasificaron inicialmente en la convocatoria de EDL lanzada por el gobierno boliviano en abril de 2021 dando cuenta de la eliminación de una de las dos empresas estadounidenses por haber presentado su propuesta con 10 minutos de retraso e introduciendo una nueva imprecisión al señalar que además de Lilac Solutions, las otras oferentes tecnológicas que habrían quedado en la competencia provendrían de Rusia, China y Estados Unidos. Llama la atención que no se manifieste en absoluto sobre las otras empresas calificadas. Después, cita al máximo ejecutivo de Lilac Solutions en una opinión más bien genérica y casi intrascendente acerca del mercado del litio para plantear razonamientos que todo el mundo conoce, tales como aquel que la tecnología EDL es un paso hacia la innovación, a pesar de que aún no ha sido probada a escala industrial o el que se refiere a las altas concentraciones de magnesio en la salmuera boliviana que complicarían la extracción del litio en Bolivia. Para este punto, me hubiera gustado referir al autor de este artículo a mis comentarios en torno a una publicación sobre el litio de Jubileo, donde argumento acerca de las posibilidades de industrialización del magnesio, el metal estructural más fuerte y liviano de la tierra, considerado como el principal sustituto del acero (y el aluminio), con inconmensurables aplicaciones en el campo de la electromovilidad.
Por último, la contribución se empeña en explicar los desaciertos de Bolivia en su intento por arrancar la producción de lito inventándose una especie de vaivén entre su apego a compañías extranjeras privadas y la nacionalización de la industria, cuando, en realidad, a lo largo de los más de 14 años de vida del proyecto de litio, éste sólo tuvo un acercamiento concreto y desafortunado con una empresa privada extranjera (ACI Systems de Alemania), siendo el control estatal siempre el común denominador del emprendimiento.

El autor es Analista de la Economía del Litio.

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