Casi como espectáculo interminable, Rusia persiste en su obcecación para adjudicarse definitivamente los territorios ganados a Ucrania. Este país, invadido y sufriendo todas las consecuencias de las ambiciones de Vladimir Putin, persiste en defenderse y ganar la guerra a los rusos. Naciones Unidas y otras organizaciones del mundo persisten en su criterio de que la guerra debe terminar, pero, alejados de la realidad, ninguno llega a conclusiones que permitan resolver el conflicto que amenaza con ampliarse, hasta enfrascar al mundo en un conflicto que podría tener muchas derivaciones nefastas.
Cuando se inició el estado de guerra dispuesto por Putin, intervino Estados Unidos y empezó una “cadena de sanciones a Rusia y otra de ayudas a Ucrania”. En tal realidad, en lugar de siquiera paralizar las acciones, lo único que se hace es agravarlas y ampliarlas, en una especie de competencia por ver quién gana a quién, al parecer sin que importe cuánta gente muere, cuántos heridos quedan y cuáles son los desastres dejados como lastre por el conflicto. Para los “grandes espectadores del mundo” todo parecería ser un conflicto más de los muchos que año tras año se llevan a cabo a lo largo y ancho del planeta. En estas circunstancias, cabría preguntar: ¿Le importa al mundo lo que pasa? La ONU y otras instituciones parecería que han recibido simplemente el anuncio de un espectáculo, con actores que se desenvuelven en un teatro con espectadores que miran azorados lo que pasa y con otros, las víctimas, que lloran por sus muertos y heridos, muertos que dejan esposas, hijos, parientes y amigos plenos de sufrimientos. ¿Cuánto y a quién importa esa tragedia? El mundo sigue andando, con madres, esposas e hijos sufriendo. Pocos se conduelen y los damnificados no encuentran consuelo para sus sufrimientos.
Vladimir Putin, impertérrito, frío y calculador, ve el espectáculo macabro que se presenta en la cartelera. Como presidente invasor, mira cuánta gente cae y muere, cuántos soldados de su país fallecen y a cuántos logran rescatar entre los muchos prisioneros que caen en manos de los soldados ucranianos.
El mundo angustiado por lo que pasa; abrumado por el dolor de las víctimas, ansía que Rusia, con su dirigente Putin, acabe el drama que no debió tener principio, para no tener que lamentar un final con mucha más muerte y luto.