lunes, septiembre 2, 2024
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Compendio de estudios sobre Inteligencia Emocional para una mejor comprensión

Por: Equipo editor

 

Recordemos que…

 

Existen varios estudios inmersos en el contexto educativo, las mismas se pueden clasificar en siete grandes grupos, y en cada uno se relaciona la Inteligencia Emocional con las variables género, edad, nivel educativo, nivel académico familiar (para aproximar al estatus socioeconómico y cultural), nivel de rendimiento escolar, titularidad del centro (público o concertado) y zona geográfica (entendida como rural, urbana-centro y urbana-periferia). Por lo mismo, continuamos introduciéndonos en las conclusiones de cada grupo de estudio a lo largo de estos números.

 

  1. Inteligencia emocional y nivel socio-cultural familiar

 

Antes de profundizar en el conocimiento de los estudios que relacionan estas variables, es preciso explicar que se ha medido el nivel socio-cultural de las familias a través del grado de estudios académicos que poseen los progenitores del núcleo familiar y que determina el nivel socio-económico y cultural de la familia.

 

Son poco numerosos los estudios que han relacionado Inteligencia Emocional y nivel socio-cultural familiar y de los existentes la mayoría ha tomado como muestra de población estudiantes de educación secundaria o universitarios, constatando la relación significativa existente entre Inteligencia Emocional y clima familiar (Quintana (2002); Rippeth (2003); Mestre, Güil y Guillén, 2003; Sánchez-Núñez y Latorre, 2012) en los que se En la misma línea presentan resultados Tiwari y Srivastava (2004), en cuyas investigaciones se comprueba la relación entre la Inteligencia Emocional auto-informada y el clima familiar en niños de 3º y 5º de educación primaria.

 

El desarrollo emocional del niño depende en gran medida del ambiente familiar. Así, hay estudios que demuestran la relación entre la Inteligencia Emocional de un niño y el tipo de apego establecido con sus progenitores, poniendo de manifiesto que un apego seguro inducirá una alta Inteligencia Emocional, es decir, una buena capacidad de regulación emocional basada en la minimización del estrés, aceptación y cambio de las emociones negativas y refuerzo de las positivas (Páez, Fernández, Zubieta y Casullo, 2006; Cuervo, 2010; Alegre, 2011). Además, los niños con apego seguro son mejores interpretando emociones faciales negativas (que personas deben evitarse) y perciben mejor emociones positivas que los ansiosos (Kafetsios, 2004). También el apego seguro se ha vinculado a baja alexitimia o déficit de Inteligencia Emocional (Hexel, 2003) y otros estudios han mostrado que estilos de apego inseguro, como el temeroso, se asocian al déficit de Inteligencia Emocional o alexitimia (Taylor y Bagby, 2004).

 

También hay estudios que relacionan el estilo parental con la competencia emocional de los hijos, coincidiendo la mayoría de ellos en que el estilo parental predice la competencia emocional de los hijos. Los estilos parentales democráticos pueden transmitir sus habilidades emocionales a sus hijos, mientras que en los niños de estilos autoritario y permisivo se perciben deficiencias emocionales (Alegre, 2012). Además, los estudios que vinculan las prácticas educativas de las familias con el nivel sociocultural, destacan que padres con niveles socioculturales altos favorecen el desarrollo ajustado de la autoestima de los hijos y la competencia emocional, porque la comunicación familiar es más explícita y consensuada, que en las familias de niveles socioculturales bajos, en que las prácticas educativas a menudo son opuestas (Alonso y Román, 2014).

 

Ramírez, Ferrando y Sainz (2015) realizaron un estudio tomando una muestra de población de segundo ciclo de educación infantil y empleando como instrumento el cuestionario de Bar-On de observadores externos. Con esta investigación demostraron que el estilo democrático de los padres/madres correlaciona en mayor medida con la IE de los niños. Además, dependiendo del estilo parental, los alumnos tienden a desarrollar más unas habilidades emocionales u otras, así, los niños con madres autoritarias tenían mayores habilidades interpersonales.

 

Los primeros estudios cuya población es menor de 16 años, fueron realizados por Izard (1971), poniendo de manifiesto que la cuestión socioeconómica parece influir en el desarrollo de la capacidad del niño para percibir, expresar y valorar las emociones. Así, los individuos con un nivel socioeconómico más elevado manifiestan una mejor ejecución en los tests de habilidades no verbales, y más específicamente en los tests de expresiones faciales, que los individuos de nivel socioeconómico más bajo.

 

Estudios más actuales presentan la misma tendencia. Así, los hallazgos del estudio de Garaigordobil y Oñederra (2010), realizado con alumnos de 12 a 16 años de San Sebastián, confirman diferencias significativas en IE en función del estatus socio-económico-cultural, con mayores puntuaciones en IE a medida que aumenta el estatus. Estos datos fueron evaluados con CTI (Inventario de Pensamiento Constructivo), compuesto por 108 ítems que evalúan el pensamiento constructivo y la inteligencia emocional.

 

Del mismo modo, el estudio de Pulido y Herrera (2015) muestra que existe una relación directamente proporcional entre la IE y el estatus socioeconómico y cultural, registrándose niveles superiores en IE total a medida que aumentaba el estatus socioeconómico y cultural. Los estatus más altos se asocian a un mayor manejo emocional, observándose que el nivel en el que aparecen las puntuaciones superiores es en el medio, seguido del alto que presenta puntuaciones mayores. Con los niveles menores se corresponde el estatus bajo.

 

Respecto al nivel de competencia emocional de los padres, puede verse influido por su nivel socio-cultural y al mismo tiempo influir en el desarrollo emocional de sus hijos, Núñez (2007) defiende la clara relación entre la Inteligencia Emocional auto-informada de los padres (con predominancia del padre) e hijos/as, la mayor puntuación de los padres (padre-madre) en Inteligencia Emocional auto-informada que los hijos/as, la auto-infravaloración de las madres frente a los padres en Inteligencia Emocional auto-informada y el mayor ajuste perceptivo de las madres e hijos/as que los padres en la Inteligencia Emocional percibida de otros miembros de la familia. También destaca la relación entre la Inteligencia Emocional auto-informada en la familia y la unión de sus miembros, la expresión de las emociones, el interés por actividades intelectuales-culturales y la estructuración de las responsabilidades y actividades familiares.

 

  1. Inteligencia emocional y titularidad del centro

 

Son muy escasas las investigación que relacionan Inteligencia Emocional con la titularidad pública, privada o concertada de los centros educativos en los que estudian los sujetos que constituyen la muestra, a pesar de que estudios como el realizado por Mestre, Guil, Martínez-Cabañas, Larrán y González (2011) concluyen que el programa educativo de los centros influye en el desarrollo emocional de los alumnos. La citada investigación toma una muestra de población de alumnos de 3 a 6 años y concluyen que no han encontrado diferencias significativas en función del género, como sucede en la mayoría de los estudios publicados, por los centros escolares seleccionados y sus programas educativos, en algunos centros los niños puntuaron por encima de las niñas (pero sin diferencias significativas), atribuyendo estas diferencias con otros estudios a la influencia del programa educativo de los centros.

 

En el estudio realizado por Ugarriza y Pajares (2005), mencionado anteriormente, el grupo de niños y adolescentes de colegios privados-concertados, dieron mayores puntuaciones en conocimiento de sí mismo, interacción social e inteligencia emocional que los estudiantes de colegios públicos, debido según estos autores, a que la experiencia emocional se encuentra influida por el contexto, es decir, por los roles que desempeñamos en función del género, la edad y las diferencias de estatus socioeconómicos y culturales.

 

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