martes, julio 30, 2024
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Sobre cabildo, poder y centralismo

No cabe duda que el cabildo cruceño marca la agenda política del país, concentrando a más de un millón de personas bajo la atenta mirada del Cristo Redentor. Todo un pueblo hace escuchar su voz exigiendo, de manera pacífica, que sean respetados sus derechos. No por ello estas manifestaciones populares terminan desembocando en una manifestación de poder tangible y funcional que pueda ser contrario al poder centralizado del gobierno del MAS. Los cabildos y asambleas terminan siendo coyunturales, no articulan un proyecto político paralelo al centralismo, por ende, siempre estarán destinados a la simple anécdota.
El poder cívico regionalizado solo marca una presencia esporádica que difícilmente puede llegar a hacer frente al poder político centralizado, pues la agenda cívica siempre va a depender de las políticas sociales o económicas que emergen del poder central, es decir, no generan una agenda propia, son simples manifestaciones contrarias al MAS; repito, solo generan anécdotas y no así propuestas. Para lograr frenar el abuso centralizado y abusivo del régimen actual se requiere una articulación política en torno a propuestas país, es decir, resulta imprescindible pasar de la anécdota del cabildo a una construcción política coherente que sea totalmente diferenciada al populismo progresista del MAS.
Lograr este objetivo no es fácil, pues el poder abusivo y centralizado tiende a perseguir a todo aquel que piense diferente. Es necesario empezar con una concientización social sobre los peligros inminentes que emergen del socialismo progresista, ya que la romantización del progresismo ha generado en nuestro país una oposición “light”, altamente funcional al partido de gobierno, y a la vez un electorado miedoso al cambio y temeroso de la coacción social. En esto basa su poder el centralismo, en el miedo y en la coacción. Salir de este esquema es sinónimo de angustia para una buena parte de la población que prefiere elegir el mismo sistema político centralizado y abusivo, que atreverse al cambio, otorgando con ello una especie de carta blanca a favor del MAS para perpetuarse en el poder, convirtiendo, de esta manera, nuestro día a día en un tortuoso “déjá vu” de dictadura populista.
El poder centralizado recae en la coacción y el miedo, generando cierta obediencia social; mientras que el poder del cabildo es esporádico y anecdótico, no genera cambios de fondo, solo logra maquillar de conquista social a los pequeños espacios de poder cedidos por el centralismo. Es necesario pasar del cabildo a la articulación política, construyendo propuestas alternas con base en el libre mercado y el respeto al estado de derecho; sin embargo, mientras prevalezca la historieta del cabildo como manifestación política, no existirá cambio alguno.
El poder político no solo necesita de la anécdota de la convocatoria de masas, requiere también su instrumentalización en torno a una idea central que no solo emocione, sino que también genere adeptos convencidos, no por la coacción o la violencia, sino por las ideas y los principios. El poder político cuando emerge de ambos preceptos puede llegar a ser fortalecido por los cabildos y asambleas, pero nunca al revés. Al final, la farándula termina siendo solo farándula.

El autor es Teólogo y Bloguero.

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