Es probable que los masistas no se hayan enterado, pero han perdido la guerra contra Santa Cruz y la Bolivia que repudia el fraude implantado en el sistema electoral.
Han llevado a sus seguidores, o quizá sea mejor llamarlos sus servidores, los han custodiado con la servil policía, pero no lograron lo que querían.
Se han mostrado ante todo el país como un gobierno prepotente, solapado, ladino, taimado, y han conseguido que todo el país los repudie.
Quizá hayan ganado una batalla en San Julián o Cuatro Cañadas, pero han perdido la guerra.
Todo el país está con la causa cruceña, que es la causa boliviana. Los masistas que gobiernan el país han hecho la mejor campaña contra el MAS que se podía concebir.
Movilizaron gente en autobuses y lo hicieron como contando ovejas y ni siquiera se ocuparon en decirles qué es lo que debían defender, o por lo menos proponer.
Para identificarse, los acarreados optaron por hacer lo poco que saben: suplicar por ayuda o llegar al vandalismo.
Los policías a cargo de custodiar el avance de los masistas llegaron a sentir asco. Tuvieron que dañar sus propios vehículos, con sus propias manos, para culpar a los cruceños, porque los “protegidos” no tenían iniciativas.
Las señoras cruceñas que estaban orando en las rotondas fueron capaces de capturar a narcos extranjeros, con armas y mucho dinero, en cantidades que la policía no logró en dos años, una policía cómplice.
Todo esto ha quedado claro para los bolivianos, y mucho más.
Se ha descubierto diferentes formas en que se da el fraude, muy imaginativas, aunque ninguna de autoría del masismo.
Son formas de fraude importadas. Los venezolanos trajeron la práctica de inscribir más votantes que habitantes, los cubanos aportaron con su muy original sistema de hacer votar a los bolivianos que no viven en Bolivia, como hacen ellos con los cubanos del exilio.
Y luego está el estilo de crear pueblos fantasmas. Esto les da a los masistas la posibilidad de contar con votantes fantasmas que habitan pueblos fantasmas, pero algo más. Durante catorce años, el MAS invirtió enormes cantidades de dinero en obras públicas en esos pueblos fantasmas.
Si asesinaron a Marco Antonio Aramayo no fue porque reveló que la señora Achacollo era corrupta, lo que se sabía desde que fue capaz de vender a su propia hija, sino porque se estaba poniendo en evidencia el multimillonario negociado de hacer inversión pública en pueblos que no existen.
El MAS es una fuente inagotable de iniquidades.
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