lunes, noviembre 18, 2024
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Una amenaza permanente

La euforia por destruir empresas, o estatizar la iniciativa privada, es una amenaza permanente. Ahora, más que nunca, cuando los enemigos de la inversión, nacional o foránea, se han reagrupado, en la región y el mundo. Con el discurso de que sus recursos serán distribuidos entre los pobres. Con la promesa de que los últimos, serán los primeros. Pero en la práctica siempre han sido unos cuantos ociosos, de la clase política, los beneficiados. Ellos se convirtieron en los nuevos ricos. Ellos, en nombre de la gente necesitada, amasaron fortunas, con depósitos dentro y fuera de sus países. Entre tanto aquellos estuvieron preteridos, por siglos. Obviamente que sus adláteres, al leer estas líneas, se rasgarán las vestiduras.
“Que la finalidad última de su política económica (de los liberales de Colombia) no es suprimir la propiedad privada, como lo quiere la doctrina socialista, sino hacer muchos propietarios privados. Que el partido liberal no quiere, en un país incipiente como el nuestro, destruir la iniciativa particular en la creación y el desarrollo de las industrias, sino procurar que esas industrias aprovechen a la totalidad de los productores y de los consumidores colombianos”, dijo, hace más de 70 años, el político Darío Echandía (*).
Estas palabras provocaron controversia. La discusión, en torno a la supervivencia del empresariado privado, estuvo, hoy como ayer, en la agenda de los líderes políticos. Unos defensores y otros detractores, indudablemente. Ahora ocurre lo propio y con los mismos matices.
El sector privado ha sido el pivote del desarrollo de los pueblos. Pero hay gente que pretende desconocer esa realidad. Que le da mayor prioridad a la inversión estatal, sin tomar en cuenta que ésta ha sido deficitaria. No sólo acá, sino acullá. Que ha succionado el erario nacional, sin beneficio alguno. Que ha propugnado la economía socialista, sin tomar en cuenta que ésta tuvo serias falencias. Ello se ha visto en todo tiempo y en aquellas naciones donde la población pasa hambre y miseria. Que sobrevive gracias a la solidaridad, de algunos regímenes afines ideológicamente. A pesar de ello se escucha, a menudo, el discurso que insta a la expropiación del emprendimiento particular.
Hay gente proclive a destruir a los entes que generaron empleo. Que contribuyeron con tributos y aranceles al Estado. Durante la pandemia lo hicieron extremando esfuerzos, a fin de ofrecer sustento a sus dependientes. Lo hicieron sin tomar en cuenta las limitaciones. Y seguirán con el mismo objetivo de construir Patria, pese a la adversidad de los tiempos. “Los hombres pasan, pero las obras quedan”, cuánta verdad tiene este dicho. El afán destructivo pasará como un vendaval, sin pena ni gloria, pero la perseverancia constructiva quedará como un hito. Marcará el derrotero de las nuevas generaciones.
En suma: en tiempos de reactivación económica, es necesario incentivar la iniciativa privada.

NOTA
(*) “Explicación de la política liberal colombiana – Dijo Darío Echandía”. Revista de América, Bogotá–Colombia, mayo de 1949. Volumen XVII, página 29.

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