El gobierno del Estado Plurinacional ha lanzado una intensa y costosa campaña publicitaria de grandes páginas de prensa, tratando de demostrar que el país está viviendo una etapa de abundancia de alimentos, garantizada por un optimista programa titulado “soberanía alimentaria”. Agrega que el Ministerio de Agricultura invertirá nada menos que 2.500 millones de bolivianos, comprendidos en diez programas, que llenarán con mieses la canasta familiar. Pero ni un centavo para la cuestión de la tierra.
Esos diez programas ofrecen soluciones técnicas de apoyo productivo de hortalizas, ganadería y carne y de “algodones” en Santa Cruz, granos andinos, tubérculos y raíces, etc. Así mismo, otros programas ofrecen fomento a “agricultura urbana y periurbana”, otro de “pesca y agricultura sostenible” y otro no menos constructivo para “alianzas entre municipios”. Finalmente, otros programas de financiamiento para riegos, recursos hídricos y forestación. Cada uno de los proyectos tendrá su cuota parte, dentro del presupuesto total de 2.500 millones de bolivianos. Además, esos programas agropecuarios serán respaldados por la instalación de costosas plantas agroindustriales en algunas regiones del país.
Hasta ahí, la cadena de bellos proyectos, con la cual los consumidores podrán imaginar que el anuncio ministerial trata de un castillo de arena que, en todo caso, solo existe en los cajones de escritorios del Ministerio de Agricultura y la burocracia insensible y satisfecha de ese despacho.
Pero es sabido que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones y bajando de las nubes a la tierra, en forma más concreta, se puede asegurar que tantos proyectos y tanto dinero a ser invertido, producirán muy poco o nada, debido a que no tienen terreno fértil donde invertir y será sembrar en tierra estéril y sin agua. De manera específica, lo que está queriendo hacer el gobierno es construir primero el techo de una casa y después las paredes y finalmente los cimientos. En otras palabras, mientras no se resuelva el problema de la tierra en Bolivia, todos esos sueños será imposible realizarlos y el dinero invertido será como echar agua en la arena, como ha ocurrido con todos los gobiernos desde hace tiempo, que anunciaron grandes programas y ninguno dio resultado.
Otra perla. Ahora se invertirá otros millones de dólares en plantas agroindustriales (para procesar papa, fruta) en el país, donde ya casi no se produce ni existen papa ni fruta o lo que es lo mismo, querer hacer puré de papa sin tener papa (que ya no producimos) o preparar arroz con leche, sin leche ni arroz. Tan asombrosos proyectos, en forma concreta, son imposibles y serán otros elefantes blancos de los que está poblado el país. Los leguleyos ignoran que para que funcione una agroindustria, primero tiene que haber una producción de materia prima en cantidad diez veces mayor que la de mero consumo corriente, tecnología, etc. Entonces, lo mejor es no pensar en faraónicos programas inútiles, sino primero en solucionar el problema de la tierra.
Finalmente, queda subrayar que por más que en las actuales condiciones que existen en el país, no se solucione el problema de la tierra y no se reforme la Constitución feudal y reaccionaria vigente, por más que se invierta miles de millones de bolivianos en proyectos agrícolas y agropecuarios (el saneamiento costó más de 300 millones de dólares), todo será en vano y fracaso, un inmenso cero a la izquierda.
Gastos sin solucionar crisis e inseguridad alimentaria
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