viernes, noviembre 15, 2024
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El Estalinismo Nativo y el Gobernador

Es indudable que Evo Morales y el MAS intentaron establecer un sistema estalinista en Bolivia, que ahora quiere proseguir Arce. Eso impusieron cubanos y venezolanos. Claro, un estalinismo criollo, pervertido, sucio, sin rumbo, sin posibilidades de triunfar por su mediocridad.  Su ejemplo a seguir, el estalinismo soviético, con Stalin como único patriarca, dueño de vidas y haciendas, tenía un sentido histórico, real, aunque fuera extraviado, y no tan chapucero como el nuestro. Lo de la URSS se parió en base al marxismo-leninismo, que buscaba una Rusia poderosa e imperial, aspirando a llegar a la etapa comunista y extenderla por toda Europa con su dogmatismo, centralismo absoluto, planificación y control de la economía, y, el culto al personaje que manejaba toda la armazón elitista, el zorro y cruel Stalin.

El estalinismo se consolidó luego de una sangrienta guerra civil que duró años, pero, además, mantuvo una lucha heroica, venciendo a la Alemania nazi y ocupando bajo su férula, como fruto de su victoria, a casi toda la Europa del Este. 20, 30, o más millones de rusos murieron peleando, pero sobre todo de hambre y frío (Stalin, con el colectivismo, ya había dejado antes sin comida al campesinado). Pero, canalla como era, se convirtió en el hombre más importante del planeta. Más importante que el presidente de los Estados Unidos, porque mientras los mandatarios norteamericanos duraban los años que les permitía su constitución, Stalin fue inamovible.

Los criollos estalinistas de Bolivia, trataron de imitar a la Unión Soviética a destiempo, cuando ésta ya estaba sepultada como resultado de su fracaso. Hasta en eso el talento glorificado de Morales y de García Linera fue conmovedoramente trágico. Había que ser muy estúpidos para hacerlo, pero la estupidez es lo que tenemos reinando en el país y nos indigna. Ahora el señor Arce anuncia que hay que aspirar a ser como Cuba y Venezuela, lo que es una indecencia por decir lo menos; o una total falta de visión del planeta. En vez de echar una mirada a naciones que, pobres como nosotros, hoy son parte del primer mundo luego de integrarse plenamente al capitalismo, los estalinistas nativos han decidido buscar su ejemplo en lo más ruinoso del tercer mundo, y si es posible, marchar hacia antes de lo que para ellos es la odiada Conquista, al incanato

Nuestros estalinistas, al contrario del tirano Stalin, expansivo y temible, no han podido armar un concepto de patria, como la “gran patria rusa”. Con su Estado Plurinacional lo han separado todo en vez de unirlo: etnias, lenguas, costumbres, ¡todo! En su frente internacional, sin perder a un solo soldado, pero sí muchos millones de dólares, se dejaron dar dos sendas palizas en los arbitrajes de La Haya. Primero le echaron guano al largo trajinar del mar que significaron más de un siglo de arduas negociaciones, y luego tuvieron que agachar la cerviz ante los argumentos de Chile en el Silala. Se ha producido un silencio de cementerio en una Cancillería que desde el 2006, nadie sabe para qué sirve.

Pero el estalinismo fue cruel con sus adversarios y no hay que ser demasiado lector para haber sabido lo que significaron las purgas, contra quienes Stalin consideraba que eran sus enemigos. Sus ministros del interior o jefes de la policía fueron terribles, desde Yadoga y Yezhov, hasta Beria. Y todos terminaron mal, asesinados a tiros. Obedecían al jefe supremo y ejecutaban, es decir fusilaban, a quienes eran indeseables al régimen. La denuncia y la calumnia era suficiente para armar un proceso y sentenciar al acusado a pasar el resto de sus días en Siberia, cuando no a recibir un tiro en la nuca.

El estalinismo nativo es igualmente perverso, y para eliminar adversarios soborna a quienes están dispuestos a mentir a cambio de un cargo en la administración pública o simplemente de dinero. El chisme y la intriga son el arma preferida contra una oposición que trata de defenderse democráticamente en la Asamblea y en los medios. De ahí que la dirigencia opositora, desde que gobierna el MAS, ha sido objeto de las mayores calumnias y, como sucedió con la ex presidente Jeanine Añez, han recibido penas corporales absolutamente injustas.

Es el caso de la infamia que, en su afán de destruir la institucionalidad cruceña, ha cometido este Gobierno, al acusar de violación y pedofilia al gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Los “neoestalinistas” no han encontrado mejor venganza contra Camacho que someterlo al desprestigio y pretender darle una muerte civil con esa vil acusación, que se derrumba ante el menor análisis. Aparentemente, el Gobierno ha pagado para que viaje a declarar a La Paz, a un joven que está francamente trastornado (lo dice su propio hermano) y es quien afirma que fue abusado sexualmente por Camacho. Dice que tenía cinco años cuando sucedió la presunta violación. Pero resulta que el acusado tenía, por entonces, once años según el Gobierno, y solo 8 años, según su fecha de nacimiento. El hecho denunciado habría sucedido hace más de treinta años. Eso no tiene pies ni cabeza, ni merece mayor comentario. ¿Puede considerarse pedófilo a un párvulo de ocho años? Pedófilo es un sesentón que se anda acostando con jovencitas de 12, 13, y 14 años. ¡Eso es pedofilia! ¡Eso merece cárcel! Ese es el estalinismo ridículo en que vivimos, grotesco al extremo, con el que el Ministerio de Gobierno quiere intentar destruir psicológicamente al gobernador cruceño o enviarlo a un “gulag” paceño.

Camacho está inerme y acusado con perversidad. Curiosamente, está cuidándose de una Policía que lo vigila en vez obedecerle como la máxima autoridad departamental elegida por el voto. Volvemos a repetir que, si antes los prefectos eran designados a dedo, y la Policía acataba su investidura, no es posible que en esta mentirosa autonomía que vivimos, la Policía solo obedezca al Ministro de Gobierno y por tanto actúe en apoyo a los estalinistas “llokallas”, a los salvajes avasalladores de tierras, invasores de nuestro territorio. El Gobierno no está dejando otra opción, a la gente acosada, que buscar su propia defensa.

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