Una vez más navegando por redes sociales hallamos dos notas breves, de autores anónimos, una acerca del secreto de la cooperación y otra en la que se habla de la importancia de tener fortaleza interior. Indudablemente ambas serán motivo de reflexión, considerando todo lo que se describe.
UBUNTU
Un antropólogo intentó probar un juego con unos niños de una tribu africana; colocó una canasta llena de frutas deliciosas junto al tronco de un árbol y les dijo: “El primer niño que llegue al árbol y toque la canasta, se ganará toda la fruta”.
Cuando el antropólogo les dio la señal de inicio, y pensó que iban a correr para ganarse la fruta, se sorprendió de que comenzaran a caminar todos juntos, tomados de las manos, hasta que llegaron al árbol, juntos tocaron la canasta y compartieron la fruta.
Él les preguntó que por qué hacían eso, si cada uno de ellos podría haber conseguido la canasta de fruta solo para ellos o para repartirla con sus familias.
Los niños respondieron todos juntos y a una sola voz:
– UBUNTU.
El antropólogo intrigado comenzó a indagar entre los adultos de la tribu: resulta que «ubuntu» en el lenguaje de su civilización significa: «yo soy porque todos somos».
Es decir, según la educación que recibieron de sus padres y abuelos, ¿cómo puede solo uno de nosotros ser feliz, mientras todos los demás son miserables?
Esta tribu «sin educación» conoce el secreto de la cooperación y la solidaridad, valores que se han perdido en todas las sociedades que la «trascienden», y que se consideran a sí mismas sociedades «civilizadas».
Necesitamos mucho de «UBUNTU» en nuestros corazones.
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RAÍCES PROFUNDAS
Durante un tiempo fui vecino de un médico cuyo pasatiempo era plantar árboles en el enorme patio de su casa. Desde mi ventana veía cómo día a día los plantaba. Lo que más me llamaba la atención era que no regaba los arbolitos. Tanta era mi curiosidad que fui a preguntarle.
Me dijo que, si regaba sus arbolitos, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían siempre esperando el agua que él diariamente les daba. Al no regarlos, éstos tardarían más en crecer, pero sus raíces se verían obligadas a profundizar en la tierra en busca del agua y de los nutrientes que se encuentran en las capas más profundas del suelo.
Así, los árboles tendrían raíces profundas y serían más resistentes.
Al cabo de un tiempo fui a vivir a otro país, cuando después de varios años regresé a mi antigua casa, noté que mi vecino había cumplido su sueño, tenía un hermoso bosque.
De pronto llegó el rigor del invierno y en un día muy ventoso, cuando todos los árboles de la calle estaban arqueados por el viento, pude notar la solidez de los árboles de mi vecino, que casi ni se movían.
Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, al ser privados de agua, les había beneficiado mucho más que el confort o un trato mucho más delicado.
Todas las noches antes de ir a acostarme doy siempre una mirada a mis hijos. Les observo y veo cómo ellos van creciendo.
Siempre pedimos que las cosas sean fáciles, pero en verdad lo que necesitamos es pedir que en nuestro interior se formen raíces fuertes y profundas; de tal modo, que cuando las tempestades lleguen, sin previo aviso y los vientos helados soplen, seamos capaces de resistir en lugar de ser derrotados y destruidos como lo son los árboles sin raíces profundas.