Los años transcurridos (2020, 21 y 22) han sido extremadamente difíciles tanto a nivel nacional como internacional, por desencuentros, recrudecimiento de guerras, encarecimiento de la vida debido a mayores precios de los productos que se usa y consume. Los problemas han recrudecido, la situación económica empeoró, la pandemia declarada, debido al coronavirus, no desaparece y surgen enfermedades que habían sido consideradas eliminadas. Como corolario de males, se anunció una crisis alimentaria con tendencias preocupantes, además de anuncios sobre posibles nuevos males. ¿Qué hacer ante semejantes contingencias?
Solamente queda fortalecer nuestras esperanzas y nuestros corazones para evitar que los males corporales se agudicen y adquieran gravedad hasta extremos de causar daños a nuestro entorno que, en lo posible, conviene que se mantenga sano espiritual y físicamente. Generalmente, por la premura de evitarnos daños o desgracias recurrimos a lo que sea, sin pensar que depende de nuestras fuerzas y condiciones positivas lo que podamos hacer frente a todo lo que sobrevenga en nuestra existencia. Solos nada podremos, pero contando con nuestra fe en Jesús y en María es posible solucionar problemas. Nada que nos ayude debemos soslayar, a fin de fortalecer en mejor forma las condiciones de vida que Dios nos otorga para que aprendamos a resolver por nosotros mismos las dificultades a las que tengamos que hacer frente.
Está comprobado que los pueblos con fuerza moral saben allanar sus dificultades, de otro modo las mismas experiencias señalan cómo cada ser humano labra sus desgracias, cuando no aplica lo que ha recibido en abundancia para combatir los males que sobrevengan en su vida. Es posible, pues, que cada uno con fuerza de espíritu pueda vencer los problemas con que tropiece, y evite en lo posible tropezar en las mismas piedras o problemas en su diario transitar.