Allá por los años 60’, en Montero, Santa Cruz, vivía un niño que jamás pensó ser futbolista y por la magia con la luna predestina solamente a algunos elegidos, de adulto se convirtió en una estrella del deporte como muy pocos. Francisco “Pancho” Bonilla fue uno de los signados con este don.
“Con la luz de luna era ideal. Era como estar en un estadio, ella me alumbraba más que luz tenue del solo foquito que había en mi calle cuando ya caía la noche. Yo practicaba desde la tarde y así me agarraba la noche. 9, 10, 11 y yo seguía pateando el balón. Fuera de casa era todo de tierra y con mis amigos buscábamos una cancha cercana para seguir jugando al fútbol. Incluso llegué a un cementerio semiarenoso, que nos sirvió de escenario para alimentar nuestra afición. Así me formé y jamás pensé llegar tan lejos. Creo que la luna me inspiró. Puedo decir que soy un hijo deportivo de la luna, hermosa e inmensa de mi Montero”. Así comenzó su relato Pancho, quien ahora, volvió a sus raíces, con 65 años de edad, bien cumplidos y “bien jugados”.
Luego de pasear su habilidad como volante mixto, puesto inventado por la necesidad de tener más contacto con el balón, Bonilla se formó en las calles, pasó a Municipal de Montero, luego a la escuela de la Asociación Municipal de Fútbol “16 de Julio”, Wilstermann y Oriente Petrolero.
“A mis 13 años mi hermano me llevó a Municipal de la Asociación de Montero, no era un crack pero cumplía, luego pasé a 16 de Julio, cuatro años y de ahí me fui a ver un partido de la ‘U’ y comencé a jugar futsal y me vio un jugador argentino que apellidaba Troyano, me dijo que era muy explosivo y técnico. Ese concepto me incentivó. Preferí el fútbol y siempre me desempeñé como volante mixto. Creo que en Bolivia implementamos ese puesto. Yo veía a Brasil de los años 70’, cuando el número 5, que era denominado volante de contención, también rotaba en la creación y yo dije ‘este es mi trabajo en la cancha’ porque era un puesto que me permitía ser generoso en el despliegue y tenía más contacto con el balón”, rememora.
Bonilla llegó a Oriente Petrolero, apenas se había fundado la Liga del Fútbol Profesional Boliviano, junto al- no menos recordado- Miguel Ángel Noro. En el año 1980 acabó lesionado y tuvieron que pasar dos años para que de manera individual y valiente se presente en Bolívar de La Paz, cuando el equipo estaba dirigido por Freddy Valda.
“Llegué una mañana de 1981 a La Paz, sin tener ninguna invitación y me presenté en el entrenamiento. Hice un partidazo de práctica, pese a que la altura me mataba, porque eran escasas las horas de mi arribo. Recuerdo que ‘Calechín’ Morales me invitó a jugar con él. Pero por esas cosas que ocurren en un gran equipo, había un jugador argentino que me retaba constantemente; y joven explosivo como era, me enojé. Me saqué la camiseta de Bolívar y la lancé al suelo y me fui. Luego no respondí a un llamado, en mi pensamiento erróneo que era quien me retó quien me buscaba; sin embargo, había sido el profesor Freddy Valda. Cuando me di cuenta, no dudé en disculparme con él y con la institución, pero mi enojo me regresó a Montero. Pero desde aquel momento me juré a mí mismo volver a Bolívar y un año después-en 1982- lo hice y me quedé siete años en ese club que tantas satisfacciones me dio en la vida”, recuerda.
Entonces, una lesión del defensor Ramiro Vargas hizo que Bonilla juegue 12 partidos con la casaca “2” de defensor en la entidad celeste. “Cuando Ramiro se recuperó, yo pensé que ahí había acabado mi labor y que volvería a la banca de suplentes, pero el técnico, por entonces Vitaly Shevchenko, me quiso como titular y me adjudiqué ‘la 4’, que tantas satisfacciones me dio. Aunque en Bolívar jugué en todos los puestos, menos de arquero ni de 3. ¡Qué más le puedo pedir a la vida!”, exclama.
“Un partido que marcó mi carrera fue en 1984, cuando hice un gol de 40 metros a Blooming en La Paz, estábamos perdiendo 2 a 1 y el estadio estaba lleno, pero había un silencio completo. Luego de mi hazaña, hice explotar el Hernando Siles. Fue una experiencia grandiosa”, sonríe.
Pancho jugó cuatro versiones de Copa Libertadores, en 1980 con Oriente Petrolero, y en 1983, 1984 y 1986 con Bolívar. Fue un “comodín” para los técnicos de la “celeste”. Luego pasó a Chaco Petrolero y acabó su carrera en 1990 en Litoral, también de la Sede de Gobierno, lugar que también lo selló en su vida personal, porque formó un hogar con Carola Pradel, con quien tuvo tres hijos, un varón y dos hermosas gemelas.
“Quisiera que en mi vida me recuerden como padre, cuando nació mi primer hijo y también mis gemelitas. Y luego por haber jugado en los mejores equipos de Bolivia. Es un gran regalo que me dio la vida”, señala.
El fútbol es algo que no se deja y pese a que se desempeñó como funcionario de Cordepaz, en La Paz con marcado éxito y responsabilidad, además de aprender a conocer y querer al occidente boliviano; en 1996 volvió a sus raíces en Montero, donde ayudó a la formación de 25 escuelas de fútbol y fue entrenador de más de un centenar de muchachos.
“En Montero (1996-1998) formamos escuelas de fútbol, tuvimos 25 y por lógica, cuando hay gran cantidad de niños, surgen jugadores buenos y bien orientados. Ellos son los que han nutrido nuestro fútbol desde esa época hasta ahora. Actualmente tenemos alrededor de 27 escuelas y nuestro campeonato de divisiones inferiores es uno de los mejores del país. Recuerdo a jugadores como Gustavo Peredo y Ayrton Paz de Oriente Petrolero. Son chicos que han desarrollado su talento desde muy pequeños. Nosotros hicimos la base y los formamos para que jueguen profesionalmente”, expresa, con la satisfacción del deber cumplido.
Bonilla considera que entre el fútbol de ayer y el de hoy en Bolivia existe la diferencia en los entrenamientos, “antes te exigían más trabajo físico, ahora el trabajo es más técnico, lo que quiere decir, que antes los jugadores eran más técnicos y solamente había que trabajarlos en el aspecto físico”, sentencia.
“El factor determinante para que Bolivia no destaque a niveles internacionales en fútbol es la incursión exagerada de jugadores extranjeros que vienen a marcar la diferencia, pero no pueden complementar con los que tenemos en el país y eso implica en que se formen equipos débiles que no destaquen fuera de nuestras fronteras”, afirma.
Bonilla ahora radica en “Montero City”, como llama a su ciudad. Trabaja en la Gobernación de Santa Cruz como representante de Deportes de la provincia Obispo Santiestevan y administra los campos deportivos más importantes del lugar: el Coliseo Cerrado, el estadio “Gilberto Parada” y la Villa Olímpica de Montero.
“El deporte es algo muy importante en la vida. Llegar a jugar profesionalmente y todo lo que acarrea, pero lo más preciado es que todo lo que uno haga sea con empeño y amor. Aunque la suerte es esencial, el trabajo es indispensable”, reflexiona.
Asegura que llega a La Paz cada que puede, para unir su corazón al de sus tres nietas que radican en esta capital.
Francisco, el “Hijo de la Luna” se declara un “chukuta” más y augura días mejores para el fútbol nacional. En tanto, el hincha de Bolívar, seguro suspira y lo recuerda como aquel jugador privilegiado que rendía igual en la defensa, el medio campo o el ataque y que se ganó el denominativo de “polifuncional”, por esa habilidad de la que es dueño y que muy pocos detentan hoy en día.
FICHA
Nombre: Francisco Bonilla Paredes
Lugar de nacimiento: Montero (Santa Cruz)
Fecha de nacimiento: 4 de octubre de 1957
Lugar actual de radicatoria: Montero (Santa Cruz)
Actividad actual: Representante Deportivo de la Gobernación de Santa Cruz en la provincia Obispo Santiestevan.
Familia: María Carola Pradel Jordán (esposa), Diego, Medeleine y Giannina (hijos), Pedro, Camila, Michael, Diego, Dayana, Michel, Damira y Alexia (nietos)
GHILKA SANABRIA