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¿Pensar o repetir?

Desde la última década del siglo pasado el lenguaje oral y escrito ha sido objeto de mutaciones conceptuales, esto debido fundamentalmente a una imposición ideológica bastante explícita. Las palabras, de este modo, fueron mutando en su interpretación y redacción.
Cuando las palabras ya no son interpretadas en su real dimensión, son instrumentalizadas para la manipulación de masas. Para lograr este propósito no solo se requiere cierta habilidad para deconstruir las palabras y sus significados, también se requiere el apoyo de instituciones de alcance global; es, de esta manera, que las palabras se convirtieron en simples consignas carentes de racionalización. Actualmente se viene implantando un lenguaje políticamente correcto en su interpretación, mismo que abarca desde temáticas políticas hasta la sexualidad humana, por ejemplo, cuando una determinada población se harta de regímenes progresistas, medios de comunicación tildan a estas movilizaciones de “extrema derecha”, entendida, según los nuevos conceptos, de intolerante, racista y violenta, pero cuando son los grupos progresistas que salen en manifestación violenta y vandálica, son tildadas como meras expresiones populares en busca de reivindicaciones sociales. Otro ejemplo claro recae en la llamada ideología de género la misma que, en su malintencionada interpretación del lenguaje, no solo manipula las palabras, también se empeña en implantarlas en las distintas currículas educativas a lo largo del continente; por ello, es normal escuchar términos como «géneros no binarios», «homofobia» o «crímenes de odio», etc., conceptos totalmente manipulados para remodernizar la falacia de la lucha de clases, en la cual siempre existen oprimidos y opresores. Eternizar esta lucha constituye la base fundamental de la ideología detrás de la deconstrucción del lenguaje. Cuando la expresión, interpretación y aplicación del lenguaje cae en la simple consigna, la expresión oral y escrita pierde su valor comunicacional, abriendo paso a la imposición de conceptos y al desprecio de todo aquel que se atreva a pensar de forma distinta, tildándolo de retrógrado, abusivo, machista y violento.
Es así que las palabras y sus conceptos son instrumentalizados, por ende, no pueden ser racionalizados. Su alcance mediático no depende de su racionalización, sino de su mera repetición. De esta manera se va construyendo, un lenguaje ideologizado de alcance global; todo esto con la ayuda expresa de organismos internacionales de relevancia, los cuales influyen de manera directa en políticas educativas alrededor del planeta.
No constituye cultura y educación la imposición de conceptos trucados para su posterior instrumentalización; educar no es sinónimo de adoctrinamiento ideológico. Lastimosamente, se tiene como mínimo dos generaciones formadas bajo esta premisa, no es casualidad que los jóvenes y adolescentes se sientan ofendidos de todo, pues les enseñaron a ser víctimas frágiles de un supuesto sistema opresor.
Sin la racionalización de las palabras, es fácil caer en el eslogan, muchas veces violento y agresivo, que solo valora la repetición y el adoctrinamiento político y cultural.

El autor es Teólogo y Bloguero.

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