lunes, noviembre 4, 2024
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Humanicemos la globalización

Es preciso recuperar nuestras señas de identidad a fin de que nada extraño pueda sucedernos fuera de lo que nos pertenece desde largo tiempo, como sugería Rilke. Desde nuestra realidad de pueblos iberoamericanos, con un acervo cultural e histórico, debemos afrontar el desafío de la revolución informática y de las comunicaciones para acomodar nuestro paso sin perder ni el talante ni los talentos acumulados. Pero sin temor ni miedo porque, como Don Quijote, cada uno de nosotros puede decir “Yo sé quién soy” y contribuir a transformar la realidad con la impronta de decisiones que surjan de una inteligencia responsable.
Es un hecho el advenimiento de la aldea global. Los medios de comunicación y las nuevas tecnologías nos acercan, facilitando el intercambio de información y la posibilidad real de compartir los saberes entre toda la humanidad. Pero este logro positivo y lleno de posibilidades corre peligro de desvirtuarse por la apropiación abusiva que están haciendo los grandes intereses económicos y financieros. Lo mismo había sucedido con la revolución industrial y con las conquistas de la técnica. No hay que amilanarse, pero es preciso conocer su dinámica para mejor servirnos de ellos en beneficio de todos los seres y de nuestro entorno.
Algunas de las características de la llamada globalización o mundialización son: la apertura de los flujos de capital sin restricciones, la debilidad del Estado frente a los poderes económicos y una mayor desigualdad entre países y sectores sociales. No puede ser bueno porque padecen los más débiles y hasta peligra el Estado o las formas de organización supranacionales. Y los débiles precisan de instituciones que los defiendan de los poderosos y los ayuden para que puedan ayudarse a sí mismos.
El triunfalismo neoliberal de los años 90 ha demostrado estar vacío porque ha producido el enriquecimiento de unos pocos y la miseria de miles de millones de seres. Por otra parte, la protección de los derechos humanos, la gestión del medio ambiente o el mantenimiento de la paz afectan a la comunidad internacional y ésta debe manejarlos de forma coordinada.
La nueva era nos presenta desafíos ante los cuales debemos buscar propuestas alternativas. Que no haya protesta sin propuesta viable y sostenible.
Es preciso inventar el futuro para humanizar el presente. No hay que aferrarse al pasado sino para aprender de su enseñanza y asumir el reto del futuro con toda su carga de posibilidades inéditas.
Estamos viviendo un cambio que nos lleva de la sociedad industrial a la sociedad de la información. Es preciso sustituir la «sociedad de consumo» por la «sociedad del compartir», la sociedad de «la seguridad a toda costa» por la de la solidaridad como alternativa a una desigualdad injusta. El futuro ya llegó, pero sus signos se nos escapan porque desconocemos sus códigos. Viajamos con el pie en el acelerador, pero la mirada en el retrovisor. Vivimos una mutación de la que apenas somos conscientes.
Las oportunidades son inmensas, pues la confluencia entre una política solidaria en cada sociedad nacional y en el plano internacional, puede ser fundamental para conseguir una política económica más justa.
Una visión progresista y solidaria debe encontrar las fórmulas más sostenibles para la sociedad emergente. La auténtica materia prima es la capacidad de inventar el futuro. Debemos prepararnos para asumir este desafío superando los condicionamientos de una sociedad que educa para la pasividad, el despilfarro, el irremedismo y el consumismo alienante y despersonalizador.
Pero siempre es posible la esperanza, que no es de futuro sino de lo invisible.

El autor es Profesor Emérito UCM.

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