Guerra que no tiene visos de terminar

Largo es el historial de hombres que, en nombre de la paz y las libertades, han declarado guerras y enfrentamientos de toda naturaleza, y cuando se trató de terminar los conflictos se esgrimieron pretextos para continuar matanzas que solamente tuvieron final por sí mismas, como acto suicida. La insania de un solo hombre, Vladimir Putin, presidente de Rusia, dio lugar a que surjan combatientes que parecían dispuestos a seguir en un juego interminable, ahora contra Ucrania. Así, según la historia, empezando por los Estados Unidos, seguido por países de Europa y Asia, siguió la guerra y suman miles los muertos y heridos, sin que se vislumbren finales.
El mundo, convertido en reservorio de insanos, parece imposibilitado de retornar a la normalidad, a una vida en paz y concordia entre hombres y naciones. Triste y amarga situación que se nutre con las lágrimas de niños y mujeres, en pueblos que son azotados por las guerras.
La guerra de Putin contra Ucrania no tiene final porque, según parece, no hay urgencia ni necesidad de recuperar la tranquilidad y concordia. Y sí hay urgencias de sangre, dolor y lágrimas de pueblos que podrían alcanzar situaciones felices cuando los hombres sólo imploren las bendiciones de Dios para que la paz, dispuesta por el Creador, tenga vigencia permanente. Entretanto, pretender paz y concordia en un mundo permanentemente convulsionado, resulta simple ilusión.
Hambre, enfermedades, lágrimas y sufrimientos de toda laya vemos, parece una especie de rosario de cuentas de pueblos y naciones, sin posibilidad de salir de una profundidad muy honda que se hizo por las bombas. Lágrimas derramadas por madres y niños se riegan por campos de guerras imparables. ¿Qué se puede esperar de un mundo donde cada día hombres enfermos de poder sólo conocen formas y medios de causar daño a la humanidad?