jueves, septiembre 26, 2024
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La salud pública está “enferma”

El concepto de salud pública implica ocuparse de un problema que afecta a la población boliviana, no solo considerando su situación presente, sino también tiene antecedentes que seguramente los profesionales que dominan el bisturí pueden explicarlos mejor.
En efecto, en años recientes la población se encuentra afectada en proporciones alarmantes por enfermedades antes poco conocidas o desconocidas, de las que no había referencia, pero que ahora le afectan masivamente, sin que se pueda encontrar recetas para aliviar sus males. Esas nuevas enfermedades no solo se presentan como casos aislados, sino lo hacen en forma masiva o de epidemias y pandemias y es por ello que las políticas de Estado deben tomar cartas en el asunto.
En cuanto a ese punto, poco menos que candente, se puede decir que, regularmente, las autoridades diagnostican a este enfermo crónico solo por sus últimos efectos y no investigan ni hacen referencia a las causas que determinan los problemas colectivos, como, por ejemplo, el caso actual de la infección mortal calificada como dengue o la del Covid-19 que causó cientos de víctimas mortales y cuantiosos daños a la sociedad.
En tal sentido, solo conociendo las causas que provocan esas grandes calamidades, se podría limitar sus efectos y así mantener la salud pública en un nivel aceptable y no convertir el tema en bandera de campañas y cuando éstas terminan, va a parar al papelero del despacho ministerial.
Los programas partidarios no dan resultado y en vez de que estas epidemias y pandemias desaparezcan, aparecen con más virulencia y acompañadas de nuevas plagas, algunas veces mortales. El caso del Covid-19 sigue esa hoja de ruta y después de tres años de su aparición crece con tanta fuerza que inclusive ha llegado a su sexta generación y ya se perfila el anuncio sobre la llegada de la séptima oleada y más mortal que las anteriores.
En cierta forma, sería oportuno aproximarse en alguna medida a las causas de esa propagación de agresivas enfermedades. Una de ellas sería que la mayoría de la población carece de las defensas adecuadas para combatir en forma natural las dolencias.
Pero, siendo esa deficiencia solo un efecto, habría que buscar causas más profundas, como la irregular alimentación en todos los sectores sociales que, con frecuencia, o bien padecen de escasez o bien de abundancia. Esos dos males son agravados por la falta de medidas oficiales ante calamidades de la naturaleza.
En todo caso, se puede hacer enunciados en términos generales, pero no es suficiente, pues es necesario que público y autoridades enfrenten el problema en forma científica y no empírica. Lo cierto es que la salud pública por esas causas está “enferma” o gravemente enferma. Así, los galenos podrían recetar: “A grandes males, grandes remedios”.
Finalmente, la presión de algunos sectores sociales hizo posible el establecimiento de centros médicos para atender enfermedades oncológicas, lo que, si bien crea esperanzas entre los pacientes, no resuelve el problema. Los núcleos de atención para esa dolencia deben merecer atención especial, teniendo en cuenta las características de su origen y desarrollo.

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