viernes, septiembre 27, 2024
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¿Por qué el deseo de destruir la mayor obra de Dios?

Discordias y enfrentamientos entre hombres, pueblos y naciones se han producido en la vida del mundo. Muchas veces nada calmó la soberbia de los hombres: cada uno, a su modo, quería el dominio de todos y solamente se daba la impresión de que se desafiaba la voluntad del Creador de mantener la paz, la cordura y la felicidad entre los hombres. Pero, cuanto más alcances de las ciencias y los adelantos de toda forma que se logró a través de los siglos, siempre pareció insuficiente, pobre y miserable ante lo que se buscaba inconteniblemente mediante condiciones de buscar poderes sólo atribuibles a Dios y que el ser humano debió respetar y manejar con sincera humildad, bondad, altura y dignidad en pos de conseguir mayor perfeccionamiento. Pero, frente al parecer y sentir de todos los hombres de todos los tiempos más contó la soberbia de ser más y tener más así sea a costa de las posesiones de los demás.
Por causa de enfrentamientos, las desavenencias y desacuerdos entre hombres y pueblos han derivado en guerras que han significado millones de muertos y heridos. Cada país, cada pueblo ha perdido y pagado con vidas de sus semejantes lo que hacía falta a todos por igual y que, en paz y cordura, podía alcanzar mayores sitiales. Países de todas las naciones rogaron que la paz y la concordia sean mantenidas y preservadas de todo mal y frente al orgullo de pocos –seguramente no más entre millones de personas– nada se logró. En los últimos años, el Papa Francisco envió el mensaje: “Dios nos ama con amor de padre”; palabras que nunca debieron ser extrañas para ningún hombre porque, desde la Creación con amor, es con amor de padre que Dios creo y conservó al hombre y a miles de generaciones de hombres para que vivan en paz y concordia. Hoy, desde hace semanas, en cada país con algún poder surge –como simple prevención– el temor a que la soberbia humana pretenda terminar con la obra magna del Señor. Pero, esos hombres muestran sólo angurria por ver cadáveres de sus semejantes sin pensar que el Señor está pendiente de cada uno y que nada puede sobreponerse a su voluntad plena de amor y misericordia.
Si, Dios Todopoderoso puede contener al ser humano, pero ¿hasta cuándo? Y sólo cabe preguntarle: Señor, si quieres, contén odios y rencores de quienes nunca reconocimos tu amor y entrega; ¡Perdónanos y Sálvanos! ¡Señor, es tanto lo que te pedimos que no es fácil medir con nuestra pobre limitación humana; Ayúdanos a orar y conseguir que nuestros ruegos alcancen Tu misericordia!

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