Cuando en 2006, el MAS, partido liderado por Evo Morales, llegó al gobierno boliviano, aparentemente no tenía un proyecto político claro y, a lo más, ofrecía un programa electoral de pocos puntos generales, entre los cuales se destacaba el denominado “Causachum Coca”, como objetivo principal de su política.
Sin embargo, a poco de instalarse ese gobierno, el nuevo inquilino del Palacio Quemado sacó de la manga un documento hasta entonces reservado, poco conocido hasta el presente, con título de “El Nuevo Modelo Económico, Social, Comunitario y Productivo”, que entró en aplicación por el partido que se hizo cargo de las riendas del Estado.
El flamante programa había sido preparado por los economistas Luis Arce Catacora, Alberto Villegas y Álvaro García Linera, que lo presentaron a Evo Morales, quien consideró que satisfacía sus ideales. Lo aprobó y puso en aplicación de inmediato, aunque sin darle publicidad, pues el documento solo fue conocido con posterioridad, publicado en una revista del Ministerio de Economía, manejado por Luis Arce Catacora, ya ministro de esa cartera y, al parecer, para dejar constancia de su paso por las altas esferas del poder. Ese texto de limitada circulación, inclusive en el presente, no ha sido analizado por nuestra sabihonda legión de economistas.
El Nuevo Modelo tuvo éxito en los primeros años del gobierno de Morales, debido a la asombrosa entrada de dólares a las arcas del Estado, provenientes del alza extraordinaria de precios de las materias primas de exportación de Bolivia, especialmente del gas. En efecto, el petróleo subió de 30 a 150 dólares el barril, hecho que puso en boya al gobierno, que se dedicó a ingentes gastos faraónicos, inversiones improductivas, derroche, corrupción…
Durante la aplicación de esa política económica de tiempo de las vacas gordas no se previó que el festín se acabaría en cualquier momento y, por ello, ese gobierno siguió chauchitando las divisas. Sin embargo, aun sabiendo que eso ocurriría, como fue previsto por algunos medios de comunicación, siguió la pachanga y los dólares eran gastados en turismo oficialista, fiestas, reuniones internacionales, actos de corrupción, etc. Los gobernantes de entonces hicieron de las suyas y el país volvió a quedar, años después, sin la riqueza que había sido generada en tiempo de las vacas gordas.
Al presente, esa “política financiera” ha dado sus frutos amargos. El Estado Plurinacional no tiene dinero para gastos de urgencia y se dedica a maniobrar para evitar mayores problemas, entre ellos está el valor de la moneda boliviana frente el dólar, pues este aspecto había sido encubierto con cortinas de humo por varios años, con el objetivo de aparentar que todo estaba de maravilla, que la economía del Estado estaba “blindada” y era a prueba de peligros. Pero los efectos de la propaganda y la mitomanía son limitados. Ahora la realidad exige nuevas medidas para pasar el momento de pánico y, entonces, según expertos la solución sería la devaluación de la moneda boliviana, frente al dólar americano, sea por shok o a cuenta gotas.
Los economistas sostienen que, pese a que hace años sugirieron que se resuelva oportunamente ese desequilibrio (que llegaría a más de10 bolivianos por dólar), el Ministerio de Economía está dando largas al asunto, aunque asegura que todo será arreglado en forma feliz y volveremos a la época de las vacas gordas.
El dilema: devaluar o no devaluar
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