Todas las intrigas, los secretos y los destiempos de la literatura —los grandes obstáculos que siempre generaron las grandes tramas— fracasarían en la era de la telefonía móvil y del wifi. Con un teléfono en las manos, por ejemplo, Penélope ya no espera con incertidumbre a que el guerrero Ulises regrese del combate. Caperucita alerta a la abuela a tiempo y la llegada del leñador no es necesaria. El Coronel sí tiene quién le escriba algún mensaje, aunque fuese spam…
Y me pregunto: ¿no estará acaso ocurriendo lo mismo con la vida real? ¿No estaremos privándonos de aventuras novelescas por culpa de la conexión permanente?
Hernán Casciari, escritor y editor argentino.