domingo, julio 7, 2024
InicioSeccionesOpiniónUna vida que debiera ser de detalles

Una vida que debiera ser de detalles

A veces pienso que el planeta Tierra está “patas arriba”, por pandemia, muertes, problemas sociales, crisis económicas, necesidades, unos tienen más y otros tienen menos (nivel de vida diferente, aumento de brecha entre riqueza versus pobreza). Si revisas la historia, te darás cuenta que siempre han existido los problemas, a pesar del paso por diferentes formaciones socioeconómicas (primitivismo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo).

Contradicciones que son mucho más vistas con la creación de las redes sociales, donde lo que pasa hace minutos, se sube a la nube y se comparte y se multiplica exponencialmente, permeado por noticias que nos amenazan, que nos causan temor. Se refieren a asesinatos, crímenes, secuestros, robos, corrupción, los que nos obliga a la duda y la incertidumbre, sobre en quién confiar, si es que hay alguien.

Cuando era muy pequeño, mi mamá se despedía dándome las buenas noches y dejando una luz encendida, para que no me asustara por si venía el “coco” (personaje popular, una figura sin forma reconocida al que cada niño puede ponerle un rostro, un cuerpo y una voz completamente distinta, que actúa de noche, en la oscuridad). Inclusive te tapabas la cabeza con la sábana o colcha, para que no te viera.

Todo esto me hace pensar en qué sería para mí un mundo ideal: Establecer la Educación, como una institución con los recursos necesarios (infraestructura, recursos tecnológicos, textos, uniformes, etc.), a donde personas de todas las edades tuvieran acceso; donde el profesionalismo de los docentes, auxiliares fuese elevado mediante una formación continua; donde los grupos de estudiantes a atender no fuesen numerosos y respondieran realmente a la disciplina o asignatura, acorde al tipo de forma de organización de la enseñanza.

Que los docentes no impartieran un amplio abanico de asignaturas, para lo cual no necesariamente fueron formados. Que los docentes empíricos, con profesiones diferentes y que carecen de una formación pedagógica, sean debidamente capacitados.

Que el personal de Educación fuera reconocido por las autoridades del sector, sobre todo a aquellos que han pasado de 40 a 50 años en esta digna profesión y que se suman al aprendizaje de la tecnología. Pero, por encima de todo ello, este docente tiene un prestigio más que ganado y reconocido por cada generación a la cual tuvo posibilidad de formar, más allá de su clase, con la exigencia, el ejemplo, con su preocupación constante hacia sus estudiantes, en ocasiones en los bancos de un pasillo, hoy a través de un correo electrónico, pero paralelamente conversa con los padres de los discípulos. Y, en el peor de los casos, el docente asume el rol de los padres ausentes.

No estoy hablando de reconocimientos con “bombos y platillos”, a veces una palmadita o unas sencillas gracias, resultan suficientes, porque por experiencia propia, no terminan cuando el estudiante pasa a otro grado, curso o nivel. Y les cito un ejemplo –que se ha repetido en varias ocasiones–, estando en una fila para comprar un producto alimenticio, escuché cerca de mí casi un susurro “…mira a ese señor, fue mi profesor hace muchos años y no solo me enseñó, sino que me educó también, es más, sus consejos siempre fueron muy valiosos, inclusive algunos de ellos los aplico a ustedes”. Obviamente, tenía duda sobre si en la conversación se referían a mi persona, que, de no serlo, también me generó gratitud, ya que de otro docente su propósito había sido cumplido.

Solo busqué la mirada del papá, cuando me expresó: “…profesor, ¿se acuerda de mí?”; realmente me costó trabajo reconocer su rostro, que se escondía tras una mascarilla, pero la duda se fue aclarando, en la medida que me resultaba familiar a pesar de sus canas, y ya con algunas líneas de expresión en las comisuras de los ojos. Le pedí el nombre del centro, donde le di clases y a continuación, dirigiéndome a la jovencita de unos 15 años, le dije: ¿sabes? Se me escapó la posibilidad de darte clase, como lo hice con tu papá, pero confío en él y te felicito, ¡tienes un excelente educador contigo! ¿La respuesta de ambos?, una sonrisa. Suficiente detalle, para sentirme bien y olvidar los problemas.

 

El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.

ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -

MÁS POPULARES