sábado, septiembre 28, 2024
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El cannabis, la despenalización y el animalis vulgaris

El prohibicionismo, debido a los resultados que conocemos, ha sido un fracaso. Un ejemplo de ello es la prohibición al alcohol, que tuvo como efecto la creación del mercado negro y la persistencia de los cócteles que todavía disfrutamos hoy. Lo mismo ocurre con las drogas, que después de ser prohibidas, son comercializadas en el mercado negro. Debemos recordar que el narcotráfico es la tercera economía mundial y su lucha suele desgarrar a los países que lo sufren. El caso de México es una muestra del avance y control sobre diversos territorios del Estado por parte de diferentes cárteles. La despenalización de las drogas es un debate obligatorio en las sociedades para quitar el monopolio de las drogas a las mafias y para que el consumo sea informado. Esto último ocurre con el tabaco y el alcohol, cuyos efectos todos conocemos.
Estar a favor de la despenalización del cannabis es un avance, pero es un error utilizar la excusa de “terapéutico” o “medicinal”. Que las autoridades tomen posición bajo estas excusas es una muestra de cobardía y de que están muy lejos del zoon politikón, mostrándose tal como son: animalis vulgaris. Al parecer, la cabeza del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz desconoce que una planta no es un medicamento. Tal accionar es muy peligroso, ya que abre la puerta a pseudociencias como el dióxido de cloro o la homeopatía. No existe estudio que no sea contradictorio sobre las capacidades médicas del cannabis, como lo demuestra un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association, realizado por Filip Gedin, investigador postdoctoral del Instituto Karolinska. El estudio hace referencia a que el cannabis no tiene la capacidad que se le atribuye para combatir el dolor y que los placebos utilizados en la experimentación, con un doble ciego estricto dan el mismo resultado.
El cannabis ya fue despenalizado en Canadá y en diversos estados de los Estados Unidos y en los Países Bajos para uso recreativo. El cannabis tiene alrededor de quinientos principios activos, de los cuales setenta a ciento trece son cannabinoides y apenas unos cuatro o cinco tienen los efectos psicoactivos esperados por los consumidores recreativos. Todas las sustancias (principios activos) actúan en el consumidor. Aquellos que consumen cannabis para uso recreativo y otros fines tienen fuentes suficientes para conocer los daños que generan a la salud. Esto se llama consumo informado. Cuando se busca que una sustancia se la pueda vender como medicamento, es labor de los investigadores clínicos y farmacológicos estudiarla a fondo, con las cuatro fases de un estudio clínico razonable. Debemos conocer la dosis, para qué tipo de persona sirve y la indicación terapéutica concreta. No podemos dejar de lado los efectos secundarios (que tienen todos los medicamentos) y las interacciones farmacodinámicas que tiene con otras sustancias en su prospecto correspondiente, ya que el paciente puede estar consumiendo más de un medicamento.
Independientemente de todo lo mencionado, debemos recordar que existen variedades de cannabis, como Acapulco Gold, Bedrocan, Blue Dream, Charlotte’s Web, Purple Kush, Tom Cruise Purple, Skunk o Sour Diesel, por mencionar algunos, con diferentes contenidos de sustancias cannabinoides y principios activos. Decirle a una persona que consuma cannabis en cualquier presentación para cualquier tipo de enfermedad, es una rotunda falsedad, ya que no sabemos a qué tipo de cannabis tendrá acceso. Las evidencias anecdóticas sobre el consumo del cannabis y sus efectos en cualquier tipo de enfermedad no son pruebas ni estudios revisados por pares. Hacen falta estudios al respecto. En caso de encontrar una sustancia útil entre los más de quinientos principios activos que posee el cannabis, debemos utilizarla solo después de su demostración científica.
Desde 2018, se comercializa en Estados Unidos un medicamento a base de cannabis llamado Epidiolex para el tratamiento de la epilepsia en niños, y no es lo mismo que consumir cannabis en ninguna de sus presentaciones. Las autoridades deberían ser más serias al tratar estos temas y no solo generar un show mediático, sino tener datos concretos sobre las maravillas que dan a conocer y tener el valor civil de pedir la despenalización.

El autor es politólogo.

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