domingo, julio 28, 2024
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La palabra escrita

La palabra escrita es una de las formas de comunicación más hermosas y fluidas que ha podido desarrollar el lenguaje. Escribir no es sólo plasmar palabras en tinta y papel, va mucho más allá, pues el que escribe tiende a dejar un poco de sí en cada escrito. Las ideas compartidas en un texto son parte intrínseca del alma del autor; es la forma en que éste se da a sí mismo y a los demás.
El arte de la construcción de ideas coherentes mediante la palabra escrita tendría que ser una prioridad para la formación integral de nuevas generaciones. El lenguaje debidamente expresado genera pensamiento, cultura, y, a la vez, coadyuva a una evolución social con mayores parámetros éticos y morales.
Cuando el lenguaje escrito trasciende, la cultura emerge como forma de conocimiento y razón. En ese sentido, ser culto va mucho más allá de la simple repetición de costumbres. La cultura es, en todo caso, racionalizar dichos actos y darles un porqué y para qué. Lastimosamente, sucede todo lo contrario, se nos ha impuesto un modelo de cultura funcional repleto de actos repetitivos con escasa racionalización de los mismos. De este modo, la investigación y el entendimiento preciso de las palabras carecen de importancia, es decir, se lee, pero no se entiende, por el simple hecho de que es más fácil repetir que pensar. La consigna, de este modo, se convierte en ley de cumplimiento obligatorio, y el pensamiento en un escollo.
El lenguaje debe tener un sentido ético ligado a una expresión coherente y racional, elaborado según el contexto, para con ello expresar ideas, sentimientos, molestias, etc. Cambiar las palabras por meros símbolos descontextualiza el lenguaje, lo vacía de toda racionalización, acompañado de la etiqueta absurda de inclusivo y permisivo. Por medio del lenguaje accedemos a todos los sistemas conceptuales; si no se puede concatenar el lenguaje y el concepto difícilmente se podría llegar a analizar de manera efectiva la realidad circundante.
Para los parámetros actuales de desarrollo, la consigna fácil y repetitiva constituye por sí sola una expresión cultural; no estar de acuerdo con esta premisa, en la actualidad, cae en el simplismo legal de la «discriminación y racismo». Para el orden imperante es mejor formar analfabetos funcionales (saben leer, pero no entienden lo que leen), ya que caen fácilmente en una manipulación ideológica, donde pensar no está permitido e incluso es un delito. En este sentido, la lectura ya no es cultura; incluso, se exalta la ignorancia como promoción cultural, la ideología de género es claro ejemplo de ello. Para este propósito, el lenguaje debe ser deconstruido, el símbolo comienza a sustituir a la palabra escrita, generando con ello un adormecimiento del intelecto.
La tarea del escritor poco a poco va quedando relegada a una especie de visión “bohemia” de la realidad; lo que genera tendencia no es el que escribe, es el que baila en YouTube, el que hace una “live” para Instagram o el que vende marcas por Facebook, dando como resultado que el que lee no comprende y al que escribe no se le entiende.
La lectura está siendo remplazada por el «meme»; la sinapsis por el TikTok y la racionalización por la repetición. El que escribe no encuentra recepción ni cabida, y los que leen poco a poco se convierten en una “tribu de excluidos” en un mundo digitalizado que prefiere al analfabeto funcional que al pensador racional.

El autor es Teólogo, Escritor y Bloguero.

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