No se puede dudar de que la evolución del ser humano es un proceso científico comprobado mediante la investigación y la contrastación, como se demuestra en numerosos estudios publicados. Ese proceso biológico, a través de los siglos, también ha logrado que el cerebro del hombre tenga su actual densidad y peso, convirtiéndolo en el único ser que piensa, capacitándolo para ser el promotor del desarrollo y el progreso de las civilizaciones, hasta haber llegado a ser el conquistador del espacio, pero también el mayor depredador de su propio hogar, que es la Tierra.
La evolución del pensamiento ha revolucionado el mundo, con las nuevas tecnologías de la comunicación que han convertido a nuestro planeta en la denominada “aldea global”, en la que el intercambio de información es cada vez más veloz y sin fronteras, abriendo para el ser humano las puertas del conocimiento, que antes de ahora solamente era un privilegio para pocos.
Esta evolución también comprende las nuevas formas de sociedad, que no son las mismas de siglos pasados, por cuanto la humanidad ha abandonado el “campanario” de sus pensamientos, para adaptarse a la globalización, que no solo la podemos identificar con la economía, sino también por el avance de las ideas, especialmente de la correlación de las fuerzas productivas, que no es la misma del siglo pasado, cuando se derrumbó el imperio del “socialismo” para dar paso al capitalismo y a la vigencia plena de los derechos humanos y las libertades.
Lamentablemente, con diversos actos de gobernantes y opositores, en Bolivia hemos podido comprobar que la evolución no ha llegado a nuestros políticos –con honrosas excepciones, obviamente–, porque muchos de ellos han quedado anclados en ese pasado de “discurso de plazuela”, sin haber cambiado una tradición demagógica, en la que se aplica la difamación y la “zancadilla”, de esos tiempos “revolucionarios”, cuando las mayorías nacionales salían del sometimiento para incorporarse a la educación y a la evolución del pensamiento y las ideologías.
En nuestro país, se llega al extremo de que partidarios de un mismo partido gobernante, se acusan mutuamente de delitos pasados y actuales, sin que comiencen de inmediato las investigaciones y procesos, al contrario de lo que se hace con opositores, a los cuales si se aplica medidas de represión con máximo rigor. Tampoco se observa una óptima labor parlamentaria en beneficio de la población, sino discusiones y hasta agresiones entre oficialistas y opositores, dando lamentables espectáculos.
Parece que a nuestros políticos no les hizo mella el paso del tiempo y la evolución de las ideas, por lo que es necesario que se adecuen a los cambios positivos, en caso contrario continuarán siendo la rémora de la sociedad boliviana y, por lo tanto, los artífices del atraso y el subdesarrollo, de los que se han servido tan eficientemente para enriquecerse y engañar al pueblo.