Desde hace años se escucha en Bolivia hablar a favor del mercado interno como factor gravitante para el desarrollo, especialmente por la inversión y el gasto público que suben la demanda interna y producen un gran movimiento económico, aunque a costa de un déficit fiscal por diez años ya, pese a lo cual, la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) ha venido declinando.
En contraposición, a la Exportación No Tradicional – ENT (productos de los sectores agropecuario, agroindustrial, forestal, maderero, manufacturero y artesanal) se la hizo subsidiaria y hasta se la tachó de “economía de rebalse” como si el beneficio fuera para unos pocos, cuando el estudio “Empleo y Percepciones Socio-Económicas en las Empresas Exportadoras Bolivianas”, encarado el año 2006 por el INE, IBCE, UDAPE y CANEB, dio cuenta que no era así.
El estudio mostró que el aporte del sector exportador al PIB no solo era del 25%, sino, que la remuneración en el rubro de las ENT superaba al promedio nacional, además, a la media salarial en el sector privado, con mayores prestaciones. La encuesta sobre las ENT de aquel entonces dio cuenta, también, que el sector de la Agricultura, Ganadería, Caza y Silvicultura era el principal generador de empleo, seguido de la Industria Manufacturera, con un alto efecto multiplicador para la economía nacional, a partir de los ingresos generados. Finalmente, otra constatación reveladora respecto al sector exportador no tradicional fue que hace 17 años el número de beneficiarios de dicha actividad en Bolivia ascendía a 1.300.000 personas, a partir de las remuneraciones a los empleos directos e indirectos, un dato que sería importante actualizar con el próximo Censo Nacional.
A mi modesto entender, quienes niegan la importancia de la exportación desconocen los enormes beneficios que esta actividad puede tener no solo para las empresas, sino también, para los trabajadores y la economía en general.
Veamos algunos de los beneficios más evidentes de la actividad exportadora, enfocándonos, primeramente, en el caso de las empresas:
Un mayor mercado por abastecer: Frente al tamaño de cualquier mercado interno, las posibilidades de llegar a otros países y millones de consumidores con alto poder de compra, no tiene punto de comparación.
Reducción del riesgo en el giro del negocio: La exportación ayuda a disminuir la dependencia del mercado local en lo que hace a diversificar la fuente de ingresos, además de bajar, también, los riesgos políticos y económicos.
Aumento de rentabilidad: La producción a escala y con tecnología de punta permite subir el volumen de ventas, reducir los costos medios e incrementar el retorno.
Mejora de competitividad: Exportar no es fácil, pero es posible, eso sí, exige un producto o servicio de calidad, con un precio accesible y con presencia oportuna, algo que obliga a la empresa a superarse en función del mercado global.
Veamos ahora, cómo beneficia la exportación a los trabajadores:
Más y mejores empleos: La producción ampliada puede generar mayores y mejores oportunidades laborales en el dinámico rubro de la exportación.
Mejores condiciones laborales: Los altos estándares de calidad y normas de producción exigidas en el exterior a los exportadores pueden significar, también, mejores estándares laborales, salarios más altos y trabajos más seguros.
Superación personal: La capacitación y mejora continua pueden generar una ganancia adicional gracias al aumento de su productividad y nuevas habilidades.
Estabilidad laboral: Contar con mercados externos alternativos puede bajar el riesgo de los despidos, a diferencia de cuando se depende sólo del mercado nacional.
Finalmente, veamos los beneficios de la exportación para una pequeña economía como Bolivia:
Mayor crecimiento: Exportar altos volúmenes de bienes y servicios a mercados ampliados puede permitir una tasa más alta de expansión del PIB.
Más ingreso de divisas: La captación de dólares no se da vendiendo en el mercado interno, más bien, a través de la exportación, lo que puede ayudar a tener una balanza de pagos equilibrada.
Mayor competitividad: La exportación exige la modernización y eficiencia de las empresas para poder competir, lo que conllevar la mejora de la calidad de los bienes y servicios que surte en su propio país, para beneficio de todos los ciudadanos.
Mejor tecnología y conocimiento: La internacionalización de las empresas permite relacionarse con operadores económicos de países avanzados, lo que puede ayudar a la diversificación de la oferta e innovación en su propio país.
Menor dependencia: Gracias a las ventas externas se puede bajar la dependencia de un solo mercado –el interno– y reducir la alta vulnerabilidad que ello implica.
Atracción de capitales: La exportación puede atraer inversión extranjera directa, mejorando su acceso a la tecnología y know how especializado.
Por tanto, exportar no es bueno ¡es buenísimo! Por ello quienes quieren progresar más se empeñan en exportar cada vez más –como la China– un caso emblemático, por cierto.
El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.