El cometido del Redentor, expansivo a sus seguidores, está todavía lejos de cumplirse. Cada amanecer, debemos comprometernos con nuestras energías en su servicio. Es un deber que nos incumbe a todos, hasta llegar a que seamos uno, con el desplome de ideologías y sistemas políticos opresores. Dejémonos, pues, que la esperanza nos abrace. Sintámonos próximos con el análogo, sin fronteras ni frentes, valores evangélicos que el Martirizado encarnó con su esencia.
I.- El salvador nuestro nos llama
En el hecho liberador está el amparo, ayuda que asume un valor universal, la fe en un solo cielo que nos aviene, que nos concilia y reconcilia la savia, con el sol de la verdad y la bondad.
Nadie parte al Padre sino por el Hijo, como ninguno camina sin el espíritu. Pedimos saborear la virtud del afecto, como creación y recreación del bien, don que mana y emana del Creador.
La providencia es dada a las gentes, obra de la gracia de un modo etéreo, volviéndonos a la naturaleza divina, como herederos místicos de la cruz, vaciando penas y cargando poemas.
II.- El reino celeste nos espera
Jesús de Nazaret conquistó a la paz, llevó a cumplimiento un plan pulcro, de hacer lo justo y deshacer el mal, de restablecer lo armónico amando, y de rehacernos entre sí y con Dios.
Al renacer de entre los agonizados, se clama y se proclama la estética, la hermosura de ascender al edén, donde todo es un mar de acuerdos, y un oleaje de alianzas inmortales.
Dejemos que la acción del espíritu, adquiera cuerpo en las conciencias, tome respiro y remueva el corazón, se esfuerce en cumplir su voluntad, por todos los perímetros terrenales.
III.- El testimonio cooperante nos une
La acción cooperante nos resucita, se propaga y no se apaga en la vida, nos requiere como prueba de amor, y como validación de humanidad, gastando existencia por el prójimo.
No se puede comprender y hallarse en la tarea encomendada, sin volver a las sendas de la mística del Señor, donde nos espera y no se desespera, y nos aguarda mientras nos guarda.
Abrirse a la pasión del Crucificado, es la efectiva liberación de todo ser. Todas las visiones se forjan con Él, pues sólo en Él, hallamos la alegría, y el gozo de sentirnos sin la tristeza.
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