miércoles, septiembre 4, 2024
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El salto de la m… y la incompetencia militar

Simón Orellana Chávez

 

Después del accidente del 18 de abril en las instalaciones del Colegio Militar del Ejército, muchos políticos, civiles de diferentes profesiones y hombres de prensa, han dado versiones y opiniones –en más de los casos– sin tener el más mínimo conocimiento ni experiencia sobre lo que es la esencia de la Profesión Militar.

Norman Dixon en su “Psicología de la Incompetencia Militar”, refiere: existen políticos que, sin tener la más remota idea de las consecuencias de una declaración sobre asuntos militares, lanzan arengas y diatribas solo por el hecho de llevar cualquier mote de un cargo de representación política como aquel político francés que decía: “No!!! ¿Eliminar el pantalón rojo? No, el pantalón rojo es Francia, ¡No!!!”. Sin tener la más peregrina idea de que, soldados vestidos con el colorido uniforme, morían por cientos y hasta por miles en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Los parámetros de la guerra habían cambiado drásticamente con la perfección de la ametralladora y los mecanismos de puntería de los fusiles, por supuesto, el renombrado político del Senado de los Campos Elíseos se había dormido en los laureles del honor de su total incompetencia.

Igualmente, un político nuestro ante la prensa refería en esos días: “Se ha prohibido terminantemente las prácticas del “Salto de la muerte””. ¿Curiosa o gran solución? Al paso que vamos, en corto tiempo, nuestros soldados no podrán saltar ni de su cama, pues desde el mando superior sin un análisis mesurado y profesional de los hechos, han eliminado –para ellos– la nefasta práctica. Con ese ritmo marcial, en corto tiempo, tendremos en las filas de los cuarteles “bonitos soldaditos de papel”.

Por otra parte, otro político defensor de los Derechos Humanos, con voz grave y rimbombante, declaraba ante los micrófonos de la prensa: “se ha pedido un informe y se está ejecutando un plan en todos los centros de formación militar y policial para ver la situación de los niveles de instrucción militar”. Incauto, inocente y con virginal seso, el político defensor solo demostró absoluto desconocimiento de que la carrera militar es una profesión de alto riesgo, que implica peligros en todo momento. Señor defensor, “zapatero a tus zapatos”, dice una máxima popular.

Es decir, sin conocer un ápice de la vida cuartelaría, alguien con voz azulina, refirió que el accidente era un acto de puro “racismo y discriminación”, sin tener en cuenta que el estado corrupto alcanzado en las filas castrenses había sido obra se su creación.

De un tiempo a esta parte, malos, pésimos y rastreros uniformados han ido cayendo en los abismos del Octavo Círculo del infierno de Dante, quienes por el fraude y la traición han politizado, por denigrantes favores, la dignidad de toda la institución militar. Listas firmadas por políticos, llamadas telefónicas para dar nombres o, sencillamente, a través de suntuosos regalos, lograron una o varias plazas en los institutos militares, perforando así el sentido de vocación de la carrera militar, la selección rigurosa de jóvenes aptos, física, mental y psicológicamente, ha sido proscrita en las filas castrenses. Obviamente, los resultados ahora son calamitosos: uniformados sin carácter, indiferentes, irresponsables, carentes de iniciativa y creatividad, pululan en los cuarteles, mimetizados entre los verdaderos soldados de vocación. Michael Foucault, advierte en “Vigilar y Castigar”: “… el soldado es algo que se fabrica de una pasta informe, de un cuerpo inepto se ha hecho una máquina… se ha enseñado a no poner jamás los ojos en el suelo, sino a mirar osadamente…”. En ese sentido, al parecer, en las filas castrenses, muchas máximas sacadas de la experiencia y de la historia han sido olvidadas y dejadas sin práctica por el famoso eslogan político: “los derechos humanos”; siguiendo esa línea, los uniformados de color chillón, han oxidado en sus cabecitas hasta el peso de un fusil con el cargador lleno. La incompetencia militar, ha llegado hasta los límites más insospechados.

El historiador Geoffrey Reagan, en su “Historia de la Incompetencia Militar”, refiere desde la parte de la historia militar que la ineptitud marcial, la falta de preparación de los altos mandos y el exceso de confianza, han causado pérdidas humanas sin cuento. Veamos:

¿Exceso de confianza? Sí, lamentablemente. En el hecho del 18 de abril, se ve pavoneándose a un instructor a 25 metros de altura, sin un arnés de seguridad. Asimismo, en el mismo cuadro se observa y escucha a un cadete que grita: “… nadie me ha anclado mi teniente”. Pese a estar seguro de no estar con anclaje, se lanza al vacío con las gravísimas consecuencias que son de conocimiento público. Aquí, vale hacer la siguiente pregunta: ¿Estaban en sus cabales los cadetes accidentados? ¿Qué pensaron en el momento de lanzarse al vació? ¿Estaban cuerdos o locos? Sencillamente, olvidaron de plano que: “ordenes mal dadas, no se ejecutan”.

¿Falta de preparación en los altos mandos? La preparación de los altos mandos, radica principalmente en la planificación, supervisión y control hasta el detalle, decía el Capitán V***, en: “Estampa de capitanes”, un pequeño libro, hoy relegado y que debería ser lectura obligada para aquellos que están aprendiendo el difícil arte de mandar. Veamos por qué: La “Tertulia” de Radio Fides Bolivia, expuso un documento con el rótulo “Plan de Demostración…”, firmado, oleado y sacramentado (como se dice en la jerga militar) por las máximas autoridades del alto mando; sin embargo, el referido documento no tiene visos ni características de un plan militar, sino, solo es un simple listado de nombres e intenciones que carecen de detalle, seriedad, compromiso y profesionalismo. En pocas palabras, la ineptitud marcial y la incompetencia militar, han tocado las puertas y se han apoltronado en los divanes de la mediocridad, envueltos con sendas chalinas de una politiquería mezquina, barata e inescrupulosa.

Ante esa cadena de incapacidades, políticos, religiosos, abogados, policías y otros opinadores deberían dar un paso al costado; los actuales mandos en diferentes niveles apartarse –con honor, si es que lo tienen– para no entorpecer las investigaciones; mientras tanto, que un estamento militar probo e imparcial investigue, busque y encuentre las causas profundas de los hechos y sancione con drasticidad a los verdaderos culpables.

La Institución Militar, prepara hombres para la guerra y la defensa de la Patria, no debería jugar a los derechos humanos con soldaditos de papel.

 

El autor es Coronel de Ejército (SP), Historiador UMSA y Docente Universitario.

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